HOMILÍA DOMINICAL - CICLO A

  Fiesta de la Sagrada Familia

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Eclesiástico 3, 2-6.12-14;Colosenses 3, 12-21; Mateo 2, 13-15.19-23

EVANGELIO

Cuando se marcharon los Magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: -Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.

José se levantó, cogió al niño y a su madre de noche; se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes; así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: "Llamé a mi hijo para que saliera de Egipto".

Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: -Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño.

Se levantó, cogió al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños, se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría Nazareno.

HOMILÍA 1

Cuenta la leyenda que una mujer pobre pasaba con un niño en brazos delante de una caverna y escuchó una voz misteriosa que le decía: "Entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo principal. Y recuerda que después que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, pero no te olvides de lo principal.

La mujer entró en la caverna y encontró muchas riquezas. Fascinada por el oro y por las joyas, puso al niño en el suelo y empezó a juntar todo lo que podía en su delantal. La voz misteriosa habló nuevamente: "Te quedan sólo cinco minutos".

Agotados los cinco minutos, la mujer cargada de oro y piedras preciosas, salió de la caverna y la puerta se cerró.

Recordó que el niño había quedado dentro y la puerta se había cerrado para siempre.

La riqueza duró poco y la desesperación siempre.

Terminamos el año con la fiesta de la Sagrada Familia: María, José y Jesús.

El día 25, día de Navidad, hacíamos memoria del nacimiento de un niño en circunstancias raras y hoy el evangelio nos narra más circunstancias raras en la vida de esta familia: huir apresurado, huir a lo desconocido, huir de la tiranía, huir como el nuevo Moisés al desierto para después de este éxodo comenzar la nueva creación e inaugurar la nueva Alianza.

En este evangelio de Mateo todo parece mágico y maravilloso. El ángel, los sueños, las indicaciones del camino…

Mateo quiere expresar que "lo principal" era Jesús. Y aquella comunidad cristiana veía a Jesús como el nuevo Moisés y a la iglesia como el nuevo Israel.

Poco o nada sabemos de la vida de esta insignificante pero santa familia. Sí sabemos que Jesús llegó a ser el que es, esperanza para gran parte de la humanidad durante 2000 años, gracias a la enseñanza, disciplina y amor de María y de José.

María y José no olvidaron "lo principal", su hijo, Jesús. Y durante casi 30 años trabajaron sin perder nunca de vista agradar a Dios, guía de sus vidas.

Dirijamos ahora nuestra mirada a esta familia parroquial. Somos una familia de familias. Todos buscamos a Dios en los sitios más inverosímiles y raros. Y, a veces, no somos capaces de encontrar a Dios en las cosas y personas sencillas de cada día, y mucho menos encontrar a Dios en nuestra familia.

Yo me imagino que María, José y Jesús tenían bastante con la sinagoga y la gente de Nazaret para encontrar a Dios y su viaje ocasional a Jerusalén.

Esta fiesta de la Sagrada Familia nos recuerda a todos que la familia cristiana es también un lugar donde Dios se hace presente y real. Y ahí, en familia, tenemos que encontrar, servir y vivir la presencia de Dios.

La Iglesia llama a la familia "la iglesia doméstica". Y nos dice que es más importante lo que hacemos en familia que lo que hacemos en la iglesia.

Esto, nuestra eucaristía, nuestra parroquia, es sólo el reflejo de lo que sucede en nuestras casas.

En muchas familias pasa como en el cuento: "Entra y toma todo lo que desees pero no olvides de lo principal": tu hijo, tu Dios.

Nos dejamos cegar por lo material. Nos dejamos deslumbrar por el brillo de lo pasajero y los valores cristianos y Dios nuestro Padre quedan en el último lugar.

Los niños ya no asisten a las clases de religión, ya no se bautizan, ya no acuden a la catequesis… Muchas veces los padres los dejan en la puerta de la iglesia y ellos desaparecen.

No hace falta describir las enfermedades de la familia porque todos llevamos las cicatrices de una familia mediocre.

No vamos a acusar a nuestros padres porque nosotros no somos mejores. Y no vamos a maldecir porque los hijos de Dios sólo bendicen.

La vocación de padre es una vocación divina ya que el padre tiene que ocuparse también de las cosas de Dios Padre. Y tiene que mirarse en el espejo del único Padre bueno, Dios que no se divorcia ni abandona ni pone condiciones a su amor.

Si nos miramos en el espejo de Dios, si nos dejamos amar por Él, amaremos a nuestra esposa, a nuestros hijos. Y seremos el espejo en el que nuestra familia verá el rostro amable de Dios.

HOMILÍA 2

Cuando nace un niño inmediatamente buscamos parecidos. Unos dicen: mira, tiene los ojos como los del padre; otros señalan su sonrisa que se parece a la de la madre.

Estos parecidos son genéticamente transmitidos de generación en generación.

San Pablo nos invita, en la lectura de hoy, a reproducir nuestra semejanza con Cristo en virtud de nuestra pertenencia a la familia de Dios.

Los miembros de la familia, no por la sangre, sino por la fe estamos llamados a reflejar la bondad y la santidad de nuestro Padre Dios y de nuestro hermano Jesucristo.

La gente que nos mira y observa debería poder reconocer nuestra semejanza con Jesús, no en nuestros ojos o en la nariz sino en nuestra mente y en nuestro corazón, en nuestra manera de vivir y de amar.

"Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada", nos recomienda San Pablo.

A la familia se la define como "la escuela del amor" y como "la iglesia doméstica". Nosotros la podemos definir como una "mini-iglesia.

En la iglesia primitiva la iglesia era esencialmente una iglesia doméstica. No existían ni catedrales, ni iglesias, ni ermitas, no edificios donde los cristianos pudieran congregarse.

Los cristianos se reunían en una casa para celebrar la eucaristía. Era literalmente una iglesia familia. Cuando los cristianos se hicieron más numerosos edificaron templos y la familia y la iglesia se convirtieron en experiencias separadas.

El fin de la familia es formar buenos ciudadanos y el fin de la iglesia es hacernos a todos buenos cristianos. Si la familia es una mini-iglesia, ésta debería ayudar a sus miembros a encontrar a Dios en la vida de cada día y en los momentos festivos.

En la Iglesia celebramos los sacramentos pero en la familia celebramos y creamos los nuevos sacramentales: pequeños y originales ritos que nos recuerdan a Dios y lo hacen presente en nuestras actividades.

La familia es el lugar providencial donde somos formados como humanos y como cristianos.

Cada uno de nosotros tenemos nuestro personal "Nazaret" donde aprendemos a obedecer para crecer en sabiduría, edad y gracia ante Dios y los hombres.

Este es el magnífico don de la familia. Este es el don que recordamos y celebramos hoy, el don de la Sagrada Familia, María, José y Jesús.

 

HOMILÍA 3

 

Las navidades sólo existen gracias a la publicidad desenfrenada. Si no hubiera anuncios de turrones y de regalos y de consumo muchos ignorarían su existencia.

Las navidades son la experiencia de una sobredosis de comidas y una sobredosis de familia. Decir navidades es decir familia, salir al encuentro de los que llevan nuestros apellidos: hermanos, parientes políticos, inlaws, beau-frére y belle-soeur…necesidad de estar conectados con alguien. Se hacen miles de kilómetros para volver al hogar, desde nuestro Egipto volvemos a nuestro Nazaret.

La Navidad, el misterio de Dios hecho niño, es demasiado grande como para poder vivirlo y asimilarlo en un solo día. La Navidad en cueros es tiempo de mucho silencio y gran adoración.

El niño que nació en Navidad también necesitó una familia.

Hoy celebramos la fiesta de la Familia de Jesús y miramos al pesebre que no tiene nada de sentimental. Sí, no hay que asustarse, estamos ante una familia más que rara única.

María es una joven que se ha quedado embarazada sin saber cómo. Una madre soltera diríamos hoy. Ayer y más en el mundo judío era una catástrofe familiar, castigada con la muerte, hoy es lo más normal y nadie se escandaliza.

José vive la noche oscura de la fe y de los celos. José se entera a través de sueños divinos, ventanas espirituales con las que Dios se comunica. José es el hombre que no dijo ni mu y se dejó guiar por Dios.

Un niño que nace con el ADN de Dios y no se parece ni a José ni a María. En definitiva, una familia nada normal.

Una familia que tiene que huir a Egipto, país de donde vinieron sus antepasados guiados por Dios.

Mateo nos narra el nacimiento de Jesús y sus primeros años a través del prisma de Herodes que quiere acabar con el nuevo Mesías de Dios. Así como el faraón de Egipto mandó matar a los niños de los hebreos y sólo se salvó uno, Moisés, ahora Herodes manda matar a todos los niños de los alrededores de Belén y sólo se salva uno, Jesús.

Poco o nada sabemos de la vida de esta familia. Nos la imaginamos como una familia unida, creyente, atenta a los sueños divinos y al fiel cumplimiento de la Ley.

Hoy la familia ha experimentado múltiples cambios. La familia tal como nosotros la conocimos y vivimos es cosa del pasado. La familia de la sangre, del ADN, hasta en las leyes y los códigos se formula de mil maneras distintas. No vamos a declarar la guerra a tanta permisividad, pero sí vamos a intentar los creyentes vivir la familia como ámbito sagrado de comunión y fidelidad a Dios.

Los aquí reunidos somos la familia de la Fe. Nosotros no hemos sido engendrados por la sangre ni por voluntad humana sino por Dios.

Jesús nos dice el evangelio volvió a Nazaret acompañado por José y María y desde entonces le conocemos como Jesús de Nazaret.

Nosotros, aquí en la iglesia vivimos nuestro Nazaret, y recibimos de Dios un nuevo nombre, hijos de Dios, cristianos.

Las familias cristianas están llamadas a heredar los rasgos, no físicos, pero sí espirituales de la Sagrada Familia.

Pidamos la bendición para nuestras familias y para esta familia aquí reunida, nuestra parroquia.