¿MATAN LAS PALABRAS?

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

.  

 

“He venido aquí esta noche como un americano más y como todos los americanos me arrodillo para rezar hoy con vosotros y para estar de vuestra parte mañana”.

Con estas palabras comenzaba Obama su sermón en la vigilia de oración por las víctimas de Tucson, Arizona.

El presidente de Estados Unidos, en los momentos sangrientos, se despoja de sus atributos de Comandante en Jefe para convertirse en Consolador en Jefe, en Pastor del pueblo.

Obama ha escuchado muchos sermones en las iglesias afro-americanas, donde mejor se predica y se canta, y conoce bien la Biblia.

Su sermón, salpicado de citas del Libro de Job y de los Salmos, habló al corazón de su pueblo y como buen predicador consoló e inspiró esperanza a toda la Unión.

Invitación solemne a recuperar la civilidad y a conversar con “palabras que sanen, no con palabras que hieran”.

Obama, protagonista accidental en esta tragedia, se transforma y transforma a sus fieles cuando predica la grandeza y la debilidad de la condición humana con la Biblia en los labios.

Antes de la vigilia visitó a Gabriella Giffords, la congresista tiroteada, y oró por su curación. Y por primera vez, Gabriella, ante el asombro de todos, abrió sus ojos. ¿Tendrá Obama poderes taumatúrgicos?

Jared Lee Loughner, protagonista principal, lector de Nietzsche y de Marx, esclavizado por la escuela, descansa en una celda mientras la justicia descifra su enigma.

El gran protagonista, la pregunta inquietante, en este día después es ¿matan las palabras?

Las palabras incendiarias, la cultura de las pistolas y las metáforas militaristas, más que una moda, son una necesidad para muchos políticos y comentaristas.

La retórica de la violencia si no tiene una responsabilidad directa en estas balaceras sin sentido, sí puede tener una influencia indirecta, difícil de medir.

Sarah Palin, guerrera y fascistoide, exhorta así a sus huestes: Don’t retreat, RELOAD. “No reculen, recarguen sus armas”.

Y la gota que colmó el vaso fue el mencionar el libelo de sangre, sin saber su origen -su ignorancia es tan grande- o sabiéndolo, que restó protagonismo a Obama y encorajinó a los judíos.

Los alumnos de la ESO asisten indiferentes a las clases de Educación para la Ciudadanía y algunos hasta objetan.

Los políticos de todos los partidos y de todos los países deberían asistir a estas clases, dignificarían la política y serían el mejor espejo y la mejor lección para unos ciudadanos cada vez más distantes y más cabreados con sus autoproclamados salvadores.