M A R C A R   L A   X

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

"En Dios confiamos" rezan todos los billetes de dólar.

El dólar, el euro, el vil dinero es el verdadero dios de los hombres, el que hace que el mundo gire y que los rostros se iluminen, las rodillas se doblen y las lenguas bendigan o maldigan.

Confieso no entender nada de economía, pero sí sé que no existe código más secreto que el de las cuentas, el de los libros cocinados, de cualquier institución incluidos los libros de la Iglesia.

En este club superprivado sólo los elegidos tienen un sillón reservado.

La Iglesia católica española acostumbrada a que los dineros le llovieran del cielo se despierta en este 2007 con una resaca de siglos de abundancia y se pregunta: ¿quién llenará ahora mis arcas?

Las encuestas demuestran que la mayoría de los católicos desconocen lo que la Iglesia hace y sus necesidades.

No deja de ser sorprendente y humillante que después de siglos de omnipresencia social se vea obligada a hacer propaganda en televisión, radio, Internet…para explicar a sus fieles su misión y sus obras a favor de las más pobres.

Pasarán años hasta que los católicos se hagan a la idea de que sin sus dineros la Iglesia, institución humana, no podrá subsistir. Éstos acostumbrados a no dar nada, ni tiempo ni dinero, ahora se les necesita para todo.

Comienza el tiempo de la bendita y necesaria autofinanciación, de marcar, sin dolor, la X.

La Iglesia católica americana, que nunca recibió dinero oficial, se ha financiado, desde sus inicios hasta hoy, penique a penique, dólar a dólar, con los dineros de sus fieles. Hombres, mujeres y niños depositan responsablemente sus cheques y sus billetes en la colecta dominical.

En su economía doméstica saben que una parte de su sueldo quincenal o mensual, algunos el diezmo, pertenece a Dios que les sirve a través de su parroquia. ¡Admirable y envidiable generosidad!.

La Iglesia americana ha pagado cerca de tres mil millones de dólares por sus feos pecados, pero no se ha arruinado.

Las iglesias protestantes, las que predican el evangelio de la prosperidad, son las megabuck churches. Con el diezmo como condición sine qua non para pertenecer, pagan sueldos millonarios a sus Reverendos que conducen, como el Pastor Creflo A. Dollar Jr., un Rolls-Royce.

Acabo de leer en la prensa que los católicos de Dinamarca pagan impuestos para que el Estado pague, a su vez, a los curas luteranos. A cualquiera se le antoja semejante ley como una injusticia. A todos menos a los siete jueces de la Corte Suprema que, ante las quejas de los católicos, no encontró "un vínculo directo entre los impuestos pagados y las actividades religiosas de la iglesia".

Los católicos españoles estrenamos un sistema nuevo de financiación de nuestra Iglesia.

En la Declaración de la Renta hay unas casillas a rellenar, no al azar como la quiniela, a conciencia y con alegría.

Como ciudadanos cumplimos con el padre Estado para que vele por el bien común de todos y no nos empequeñezca con sus leyes mil y como católicos, marcando la X, devolvemos a Dios lo que es de Dios y ayudamos a nuestra Iglesia a seguir viva y operante.

"En la religión de Cristo no hay sistema tributario. Todo es obra de amor".

Marcar la X, a partir de ahora, para los católicos convencidos, y ojalá también para los dubitativos y clandestinos, no es una opción más, es la única opción.