EL DÍA DE LA CREACIÓN

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

La religión del cielo se descongela, la de la tierra se consolida.

"Ver a Dios en los árboles me hace caer de rodillas" canta Nelly Furtado.

El siglo XXI más que redescubrir la naturaleza como nueva Arcadia y coronarse con flores como los hippies y cantar Imagine there is no heaven, mira a la naturaleza con ojos nublados y nerviosos.

El siglo XXI ha heredado el pecado original de la brutal violación de la tierra y necesita, con urgencia, sacudirse el peso de la culpa.

Cierto, el cielo no nos ha caído aún encima, los mares no nos han anegado y la tierra no ha dejado de girar. Pero son tantas las profecías que pregonan trompeteramente el fin del mundo tal como lo conocemos que el siglo XXI tiene que ser el siglo de Gaia, la Madre Tierra, que nace del caos y nos trae el amor y el éxtasis ante la última rosa florecida.

"Maldito", escribe San Pablo, "el que no ama a Jesucristo".

Hoy, los hombres todos sin distinción de religión, sexo, partido político, nacionalidad… son sensibles a esta mística y maldicen a quien no ama y adora al planeta que nos sustenta.

El día 5 de junio se celebró el día del medio ambiente. Día celebrado por los ecologistas terrenales y por los religiosos.

"Soy hombre, nada de lo que es humano me es ajeno". Las iglesias de todas las etiquetas, aunque con retraso, se han subido al carro de la defensa del planeta tierra.

La iglesia Luterana de Noruega, no sé si bajo pena de excomunión, esculpió en las tablas de la ley un mandamiento más: "No contribuirás al calentamiento global".

Todos los párrocos noruegos celebraron liturgias ecológicas el Día de la Creación.

La ministra del medio ambiente, párroco de profesión, recordaba a los ciudadanos que la iglesia, siempre sumergida en los problemas sociales y éticos, debe, hoy, empeñarse en la salvación de la tierra.

Desmond Tutu, obispo anglicano y premio Nobel de la Paz, celebró una misa, oda a la creación y al hombre jardinero y cuidador del paraíso terrenal del que seremos expulsados, una vez más, si no lo respetamos.

Leonardo Boff, ayer voz de los pobres, hoy nos envía la Carta de la Tierra, la más pobre, la más frágil y la más amenazada por la voracidad sin límites de los poderosos.

La mística de la tierra, nueva religión del siglo XXI, tiene muchos predicadores y va ganando los corazones y las mentes de los nuevos creyentes.

Desgraciadamente no faltan los escépticos. Michael Griffin, administrador de la NASA, afirmaba, pocos días atrás, que es "más bien una arrogancia sugerir que el calentamiento global sea una cosa mala".

Al presidente Bush el ángel de la iglesia de Laodicea le dice: "Conozco tus obras y no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como eres frío voy a escupirte de mi boca". Apocalipsis 3, 15-16.


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