HOMILÍA DOMINICAL - CICLO A

  Segundo Domingo de Pascua

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Hechos 2, 42-47; 1 Pedro 1, 3-9; Juan 20, 19-31

EVANGELIO

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: -Paz a vosotros.

Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.

Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.

Jesús repitió: -Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y dicho esto exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: -Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: -Hemos visto al Señor.

Pero él les contestó: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.

A los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: -Paz a vosotros.

Luego dijo a Tomás: -Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

Contestó Tomás: -¡Señor mío y Dios mío!

Jesús redijo: -¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.

HOMILÍA 1

PASCUA es un tiempo de alegría para todos los creyentes.

Tal vez se pregunte y ¿por qué tiene que ser Pascua más alegre que cualquier otro tiempo? ¿Qué celebramos? ¿Por qué vamos saludándonos con un Feliz Día de Pascua?

PASCUA es y significa victoria.

Cada vez que conseguimos una victoria y superamos un obstáculo y resolvemos un problema nos sentimos muy felices.

PASCUA es la gran victoria del amor sobre la muerte.

El Jesús que murió el Viernes Santo, "el día primero de la semana" se presentó a los discípulos y les deseó su paz.

¿Era un fantasma? ¿Era una visión? No podían creer lo que veían, pero era el mismo Jesús el que estaba delante. Vieron y creyeron.

PASCUA es el regalo de la fe.

Tomás se perdió el primer encuentro con Jesús el primer día de la semana. No sabemos donde estaba escondido. ¿Estaría viendo la televisión o callejeando por las calles de Jerusalén?

Pero volvió con sus compañeros y éstos le gritaron: "Hemos visto al Señor". –Tomás no les creyó y estableció sus condiciones para creer. "No creeré si no meto mis dedos"…

Y llegó el día en que Jesús le invitó a hacer precisamente eso. Tomás exclamó: "Señor mío y Dios mío".

Esta explosión de Tomás es un don, un don que sólo Dios mismo puede dar.

"Señor mío y Dios mío", ¿ha dicho alguna vez esas palabras desde lo profundo de su corazón?

¿Qué ha visto o a quién ha visto para pronunciar esa confesión?

Para creer, como Tomás, y como los apóstoles tiene que haber visto.

Cada domingo usted ve una hostia, un trozo de pan en la palma de su mano. ¿Y qué ve?

El Viernes Santo usted vio un cuerpo ensangrentado en la cruz. ¿Y que vio?

Usted ha oído historias sobre ángeles, los apóstoles, milagros y la historia de Tomás el incrédulo.

¿Ha visto y oído lo suficiente para creer?

No. Nunca verá ni oirá lo suficiente para llegar a creer.

Sin embargo la invitación siempre será la misma: conviértete en creyente.

Un don que es suyo no porque sea poderoso o inteligente o atrevido sino porque Dios le ama con un gran amor.

Yo sé que usted tiene dudas.

Yo sé que usted aún no está preparado para gritar: Jesús es el Señor. Jesús es mi todo.

Yo sé que usted quiere establecer sus propias condiciones antes de aceptar la fe.

Creer es también dudar. Creer es un don de Dios y tenemos que confiar en él. Fe y confianza van juntas.

La resurrección de Cristo es el don que se nos da.

Es necesario recordar las cuatro cosas que marcaron la primera comunidad de los creyentes: la enseñanza de los apóstoles, el romper el pan, la oración y la presencia en la comunidad.

¿Participas en alguna de esas cuatro constancias?

Esta comunidad reunida aquí en este domingo será fructífera, confesará a Jesús como su Señor si somos fieles a la enseñanza de la iglesia, fieles a los hermanos, fieles a la celebración del compartir el pan los domingos y fieles a la oración litúrgica y personal.

Cristo resucitado abre las puertas de la iglesia sin necesidad de llaves y la llena con su propia vida y el Espíritu Santo. Sin su presencia la iglesia es un espacio vacío y nosotros vasos vacíos, no distintos de cualquier otra organización. Él está todavía aquí.

Feliz Pascua de Resurrección. Aleluya. Aleluya.

 

HOMILÍA 2

 

Los evangelios del segundo domingo de Pascua de los tres ciclos, A, B, y C, , en los tres ciclos, el evangelio se mete con Tomás, con todos que dudan y con los que acuden al templo ocasionalmente o socialmente. Qué fácil y cómodo resulta señalar con el dedo a los que no son como nosotros.

¿Y los otros apóstoles, me pregunto yo, eran mejores que Tomás por el mero hecho de encontrarse reunidos y llenos de miedo y con las puertas del cenáculo cerradas?

¿Y nosotros somos mejores que ese ejército cada día más numeroso de descreídos y de dudadores que no se encierran en el templo ningún domingo?

Vamos a hacer juntos un ejercicio de señalar con el dedo.

Si decimos Pedro, ¿qué decimos? El que negó a Jesús tres veces.

Si decimos Juan, ¿qué decimos? El discípulo amado de Jesús.

Si decimos Judas, ¿qué decimos? El que lo entregó con un beso.

Si decimos Bartolomé o Natanael, ¿qué decimos? El que dijo a Jesús ¿de Nazaret puede salir algo bueno?

Si decimos Tomás, ¿qué decimos? Siempre le colgamos el sambenito de el que duda, el dudador. Tomás ha pasado a la historia como el dudador oficial y sin embargo fue el más atrevido de todos:

• NO se encerró en el bunker.
• Se negó a creer sin pruebas,
• Es el primer escéptico
• Sabía que Jesús había muerto
• Ahora exige la prueba de la Resurrección.
• Quiere ver las cicatrices, las auténticas
• Personaliza a todos los dudadores.
• No se puede creer lo increíble porque otro lo diga.

Este Tomás no es el único, aquí y ahora, en esta asamblea son muchos los que dudan. No debemos asustarnos y necesitamos dudar de nuestras dudas. La duda es el prólogo de la fe, no el fin de la fe. La fe tiene también sus efectos secundarios y uno de ellos es la duda.

Este tiempo de Pascua de Resurrección es tiempo de victoria, es tiempo de apariciones simbólicas. Sólo la experiencia de Cristo Resucitado puede prender la llama de la fe y sólo el poder del Espíritu hizo de esta pandilla de hombres miedosos e incrédulos una banda de discípulos que proclamaron a los cuatro vientos y desde las cuatro esquinas del imperio la Resurrección de Cristo.

“No fue la moralidad del Sermón de la montaña lo que posibilitó a la cristiandad conquistar el paganismo romano sino la creencia de que Jesús había sido resucitado de entre los muertos”. Ernst Bloch

Desde aquel “primer día de la semana”, todos los “día primero” de la semana, Jesús sigue apareciéndose a nosotros, en la asamblea dominical, en esos pequeños cenáculos que son nuestros templos, en los que siempre falta alguien. Jesús se hace presente y nos ofrece su Paz.

El día primero de la semana es el día de la nueva creación. Nosotros acudimos al templo con las marcas de la muerte, del pecado, de la duda, las marcas del hombre viejo, del primer Adán, de la adamah.

Dios tuvo que soplar su aliento en el primer hombre para darle vida, y cada domingo viene a nosotros y exhala su aliento sobre nosotros y nos dice: “Recibid el Espíritu Santo”.

Recibid la fuerza del Espíritu para que, en medio de este mundo lleno de malas noticias, vosotros llevéis y seáis Buena Noticia.

Recibid la fuerza del Espíritu para que podáis hacer la afirmación fundamental y ayudéis a otros a confesar que Jesús Resucitado es el Señor y el Salvador.

Recibid la fuerza del Espíritu para que podáis acoger mi última bienaventuranza:”Dichosos los que creen sin haber visto”.

La fe no es cuestión de certezas ni de pruebas, la fe es cuestión de confianza, total confianza.