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HOMILÍA DOMINICAL - CICLO A Sexto Domingo del Tiempo Ordinario P. Félix Jiménez Tutor, escolapio |
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EVANGELIO En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los cielos. Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito procura arreglarte en seguida, mientras vas todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto. Habéis oído el mandamiento: No cometerás adulterio. Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella, en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el abismo. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al abismo. Está mandado: "El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio". Pues yo os digo: el que se divorcia de su mujer –excepto en caso de prostitución- la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio. Sabéis que se mandó a los antiguos: "No jurarás en falso" y "Cumplirás tus votos al Señor". Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.
HOMILÍA 1 Érase una vez un escultor a quien un obispo le había encargado una estatua para la catedral. Cuando llegó el día de entregarla, el escultor se sentía mal, no estaba satisfecho de su trabajo y no le gustaba su estatua. Llamó a su ayudante para que le ayudara a transportarla y le dijo: ya tenía ganas de quitarme de encima este muerto. Su ayudante de mal humor miró para otro lado. Entonces el escultor recordó las veces que le había maltratado e insultado durante el trabajo. Éste le pidió perdón y el viaje hasta la catedral se hizo más agradable. En el camino se encontró con su mujer que le miró con desprecio y no quería viajar con ellos. Pero el escultor, con humildad, le pidió perdón y ella con una sonrisa se lo dio y se sentó junto a su marido. Más adelante se encontró con el cantero que le había vendido la piedra para hacer la estatua. El cantero le miró con ira porque no le había pagado a pesar de sus promesas. El escultor se disculpó una vez más y pagó su deuda y viajó con ellos a la catedral. Cuando llegaron a la catedral, la mujer del escultor invitó al obispo para que viera la estatua mientras el escultor, su ayudante y el cantero la descargaban. Cuando la descubrieron todos se maravillaron de su extraordinaria belleza. El más sorprendido fue el escultor y es que cada vez que pedía perdón y se reconciliaba la estatua se hacía más hermosa. El autor de la primera lectura, Ben Sirach, te dice que Dios te ha dado un poder fascinante: el poder de elegir. "Si quieres puedes guardar los mandamientos; actuar con fidelidad es cuestión de tu propia elección". No podemos culpar a Dios de nuestras malas decisiones, de los pecados que cometemos. "Ante ti pongo la vida y la muerte, lo que elijas te será dado". "Elije la vida" no significa elige 80, 90 o 100 años; no significa elije el lujo, la pereza, el no hacer nada, el dinero, la irresponsabilidad…"Elige la vida" significa: amar a Dios, obedecer a Dios, caminar con Dios, elegir a Dios. Elegir la muerte no significa un ataque de corazón, un accidente o una bala perdida. Elegir la muerte significa elegir la idolatría en sus mil formas, adorar las criaturas. Si eliges la vida, Dios te la dará, Dios te dará la conversión del corazón para que puedas vivir la ley del amor. Jesús, en el evangelio, pone sangre y carne al hueso de la realidad. En las diez palabras, los diez mandamientos, se dice: no matarás, no cometerás adulterio, no dirás falso testimonio… "Han oído que se dijo a los antiguos: no matarás…pero yo os digo… Jesús habla a la profundidad de nuestra vida, a lo que nadie ve, a nuestro interior. La superficie la vemos todos. La suciedad de nuestras calles la vemos todos… Lo que no vemos es el corazón de las personas, las razones por las que muchos hermanos eligen la muerte, eligen su destrucción y se despreocupan de todo. Jesús habla de lo que no vemos, habla del interior. No habla del asesinato que todos vemos, habla de esa emoción anterior al asesinato, habla de la ira, quiere entrar en nosotros y cortar de raíz la actividad inmoral, liberarnos del pecado interior para eliminar el pecado exterior. "Se dijo a los antiguos: no cometerás adulterio, pero yo os digo…". ¿Quién ha dicho semejante tontería? Hermanos, lo dijo Jesús. Sabía lo que decía y lo decía para todos nosotros. Jesús habla de la profundidad de nuestra vida. Mirar con lujuria, mirar con deseo está a millas de distancia a mirar con amor. El deseo desordenado, en cualquier contexto de la vida, no es cristiano. Jesús intenta decirnos qué es ser cristiano y cómo se comporta un cristiano. Con su ayuda podemos hacer algo más que evitar el pecado, podemos luchar por ser otros Cristos, podemos vivir el evangelio. Nosotros no somos personas ordinarias. Somos personas iluminadas por Cristo y siempre fortalecidas con su gracia. Si eliges la vida, eliges a Cristo. La Vida con mayúscula. Disfrútala.
HOMILÍA 2 Diez soldados desplegados en Irak murieron en uno de los atentados con coche bomba. Los diez se presentaron ante San Pedro, el guardián de la puerta del cielo. Bienvenidos, les he estado esperando, aunque ya sé que ustedes no esperaban verme tan pronto. Por favor, siéntense en esos pupitres que están delante de la puerta del cielo. Ahí tienen papel y lápiz, contesten a las siguientes preguntas con un sí o un no. Los soldados grandes y fortachones, aún en sus uniformes ensangrentados, obedecieron a San Pedro. Pregunta número 1: ¿Han amado a Dios con todo su corazón, su alma y su ser? Se miraron los unos a los otros y no sabían si decir la verdad o no. Pregunta número 2: ¿Han blasfemado contra Dios y su santo nombre? Ellos que conocían demasiado bien el lenguaje que usaban se miraron con asombro. Tercera pregunta: ¿Han asistido regularmente a la iglesia para dar culto a Dios? Los soldados empezaron a ponerse nerviosos. Cuarta pregunta: ¿Han honrado a sus padres en toda ocasión? Gran silencio. Pregunta quinta: ¿Han matado a alguien? Era la guerra. ¿Cómo llevar la cuenta de los muertos? San Pedro continuó con los otros mandamientos y los soldados se iban hundiendo más y más en sus asientos. Cuando terminó, uno de ellos le preguntó: Si hemos contestado bien a dos o tres preguntas, sería suficiente? No. Tienen que tener todas bien, le dijo San Pedro. Pasaba por allí, por casualidad Jesús y les dijo: Yo he contestado a las diez preguntas y he sacado un diez por todos ustedes. Bienvenidos a mi reino. Esta historia y otras muchas historias parecidas no hay que tomarlas al pie de la letra. Nos ofrecen las siguientes enseñanzas que están al alcance de todos. Jesús, el hombre que cumplió la ley, “Todo está cumplido” dijo en la cruz, y todo lo pagó, incluidas nuestras transgresiones de los diez mandamientos. Aleluya. Todos somos pecadores. Los diez mandamientos nos acusan a todos. Pero el cristiano no está llamado a vivir bajo el peso de la culpa, del remordimiento y del miedo –complejo que hemos heredado de nuestra educación y predicación rigorista- sino bajo el signo de la gracia y de la misericordia de Dios cuyo oficio es el más fácil, el más necesario, el del perdón. Hay salvación para todos los que aman. San Pedro, siempre con sus llaves en la mano, no es el guardián de ninguna puerta. “Y sus puertas (las de la nueva Jerusalén) jamás se cerrarán de día, ya que allí no habrá noche”. Ap 21, 25 Para San Pedro como para todos los que mandan lo único importante es la ley, la obediencia a las leyes divinas y también a las humanas. Yo no he venido a abolir la ley, a declarar obsoletos los mandamientos del Sinaí, he venido a perfeccionar la ley, a revelaros el verdadero sentido de la ley, dice Jesús en el evangelio de este domingo. Jesús también pasa revista a los mandamientos y nos pone unos ejemplos que todos entendemos. Dice la ley: “No matarás.” ¿Fácil, verdad? Nadie que esté en su sano juicio mata a nadie. No es ningún triunfo, es simplemente ser humano. “Pero yo os digo, todo el que esté peleado con su hermano, el que le llama imbécil será procesado”. De lo fácil, al más difícil todavía. Jesús pide a sus seguidores ir más allá de la letra de la ley, nos pide mirar los mandamientos en positivo y el lado positivo de la ley según Jesús es el amor. Una cosa es portarse bien, ser educado, guardar las apariencias y otra más profunda, más valiosa y más valiente es tener el corazón orientado hacia el amor, actuar y vivir para Dios y para el servicio de los demás. La vida no es un viaje en un ascensor en el que los extraños no se miran, no se hablan, no se tocan como si los otros no existieran o si existen nos incomodan. La vida es relación, múltiples relaciones, que hay que vivir desde el lado del amor que es interior, más que del lado de la ley que prohíbe y aísla porque es exterior a nosotros. “Pero yo os digo”: las leyes humanas tienen sus lagunas, hecha la ley hecha la trampa. Mi ley, mi única ley, la del amor a Dios y al prójimo no tiene trampas. Yo la he vivido y he dado mi vida por amor. Yo sé que ustedes entienden y cumplen los diez mandamientos, ese decálogo con sus escollos, unos más afilados que otros. Nos cuesta más entender y cumplir los mandamientos de la Iglesia. Los consideramos como mandamientos meramente humanos, normas externas nada importantes. Hay un mandamiento de la Iglesia que a todos nos trae de cabeza, especialmente a los niños y jóvenes. ¿Por qué tengo que ir a misa el domingo? En el principio no era así. No existía semejante mandamiento. Para los primeros cristianos reunirse en asamblea para celebrar la cena del Señor era una necesidad, no una obligación. Ustedes y yo vivamos el domingo como día de descanso, como día del Señor, día de dar culto a Dios, día de alimentar la fe con la Palabra y de formar asamblea con los hermanos. Ofrezcamos nuestra presencia a los hermanos en el área de descanso, viajemos en este ascensor dominical en el que nosotros sí nos miramos, sí nos hablamos y sí nos tocamos con el abrazo de la paz. Éste, como todos los mandamientos, hay que vivirlo desde dentro, desde la convicción y el amor, nunca farisaicamente desde fuera, y mucho menos desde la amenaza de una letra que mata lo humano y lo divino.
HOMILIA 3
Fiorello LaGuardia
fue alcalde de Nueva York durante los años de la Gran Depresión y fue un
alcalde muy querido por todos los ciudadanos.
HOMILIA 4
A. J. Jacobs wrote a few years ago a great
book called The Year of Living Biblically. One Man's humble Quest to
Follow the Bible as literally as possible. |