|
HOMILÍA DOMINICAL - CICLO A Tercer Domingo del Tiempo Ordinario P. Félix Jiménez Tutor, escolapio |
|
EVANGELIO Al enterarse Jesús que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: "País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló". Entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo: "Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos". Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: "Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres". Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.
HOMILÍA 1 Un párroco se enteró un día de que uno de sus feligreses había decidido no asistir más a la iglesia. La razón de este rebelde era que podía comunicarse con Dios en la naturaleza como si estuviera en la iglesia. Una noche el párroco decidió hacerle una visita. Sentados junto al fuego, los dos hombres hablaron de mil asuntos pero no hablaron de la asistencia a misa. Al cabo de un rato el párroco cogió las tenazas y sacó una sola brasa del fuego. Y colocó la brillante brasa sobre el suelo. Los dos veían la brasa apagarse poco a poco y convertirse en cenizas, mientras las otras ardían y brillaban y sus llamas bailaban alegres. El párroco permanecía en silencio. Al cabo de un rato, el feligrés dijo: el próximo domingo estaré en la iglesia. Jesús, lleno del Espíritu, después de su bautismo comienza su carrera, su ministerio. Su bautismo fue su graduación, su diploma fue firmado por el Espíritu y su anillo fue el amor del Padre. Con estas armas se retiró a Galilea, el país de los paganos, de los no creyentes, de la oscuridad. Y allí comenzó a predicar. Un sermón muy corto. Todos conocemos la música y la letra. "Cambien sus vidas. El Reino de Dios está muy cerca". En la radio de Jesús el tema más repetido es la conversión. Conversión no es sólo cambiar de costumbres, dejar a un lado las esclavitudes de la carne, la seducción del mundo y las tentaciones del demonio. Éstas siempre nos van a acompañar y tentar. Esto es la conversión en clave negativa. Conversión es encontrar el motor del cambio y este motor sólo es Cristo. Sólo con Cristo entramos en el proceso de conversión. Conversión es seguimiento del Señor. Y el que llama a Pedro, Andrés, Santiago y Juan es Jesús. Hoy nos llama a nosotros a ser discípulos. Hay una llamada sociológica y hay una respuesta personal. Ser discípulo es dejarse encontrar, es dejarse hacer, no es conquista sino ser conquistado, es dejar los ídolos para seguir a Jesús. "El reino de Dios está cerca". No somos cristianos para salvarnos sino para transformar el mundo en el reino de Dios. Nuestra misión es ser pescadores en el mar de la vida. El cebo es la buena noticia, el amor de Dios y su reino. Nuestro sígueme no es como el de Pedro… Oímos la llamada: la Palabra dominical, la eucaristía dominical, la comunidad dominical. Dos profesores de universidad conversaban un día y uno le dijo al otro: Enrique me dice que es uno de tus estudiantes. Y el otro le contestó: Enrique está en mis clases, es verdad, pero no es uno de mis estudiantes. HOMILÍA 2 Dicen que los rabinos no buscan discípulos. Se considera de mal gusto salir por ahí a reclutar gentes para hacerlos discípulos. La grandeza de las enseñanzas del maestro es cebo suficiente para atraer discípulos. Los judíos no hacen proselitismo. Se nace judío. Érase una vez un viajero inglés que llegó a España y encontró un gran enjambre de trabajadores en la ciudad de Burgos que estaban construyendo una iglesia. El viajero se acercó a varios obreros que estaban cavando una zanja y les preguntó qué estaban haciendo. El primero le contestó: “Yo hago lo que me mandan. Sólo me interesa el jornal para alimentar a mi familia. El segundo le dijo: “¿Yo? Estoy haciendo una zanja desde aquí hasta allá”. El tercer trabajador se paró, se apoyó en su pala y con un gran resplandor en los ojos le dijo: “Yo estoy ayudando al arquitecto a construir la magnífica catedral de Burgos”. En el evangelio de Mateo que acabamos de proclamar se nos dice que Jesús dejó Nazaret y se estableció en Cafarnaún, junto al lago. Entonces comenzó a predicar diciendo: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos. Paseando junto al lago vio dos hermanos”… Jesús, el nuevo predicador en la Galilea pagana inicia su ministerio invitando a sus oyentes a comenzar por el principio, a volver a lo esencial. Dios interviene donde menos se le espera y los no creyentes son los primeros destinatarios del nuevo mensaje, del evangelio de Jesús. Lo esencial es la conversión que mira no al pasado sino al futuro, que pone el acento en la fe en Dios y no en la doctrina de Moisés o en los manuales de teología, que no se angustia ante las flaquezas humanas sino que se hace verdad en la fortaleza de Dios. La conversión del corazón, palabra archirepetida pero esencial en la vida cristiana, es tarea para hoy y para mañana. Siempre seremos pecadores redimidos. “Los que piensan que han llegado han perdido el camino. Los que piensan que han alcanzado la meta, no han llegado a ninguna parte. Los que piensan que son santos son demonios”. Henri Nouwen “Convertíos” a lo nuevo, dejen que el reino de Dios nazca en sus corazones. Aquellos galileos, como los trabajadores de nuestra historia, como nosotros los que hemos escuchado al predicador Jesús este domingo, unos siguieron pescando sin entusiasmo para ganarse el jornal, otros se dejaron esclavizar por la rutina y otros dieron sentido a su vida ayudando a Jesús a construir la gran casa de un mundo libre, solidario, armonioso y en paz. Jesús predica y llama. ¿Cómo contestará usted cuando Jesús le llame? La llamada de Dios no es una recompensa por su buena conducta o por su gran inteligencia. Es una llamada a empezar de cero, una nueva creación. A todos nos gusta que nos llamen, que nos inviten, que nos tengan en cuenta. Una señora le dijo a un congresista: “Mañana votaré por usted aunque no me ha pedido el voto”. Este le dijo:”Pero si usted es mi vecina y la saludo todos los días e incluso le corto el césped de su jardín, ¿cómo le iba a pedir el voto? Sí, me lo tenía que haber pedido. Pedro, Andrés, Juan y Santiago, los pescadores llamados por Jesús junto al lago, respondieron a su llamada dejándolo todo. Jesús nos llama de mil maneras. De niños nuestros padres nos iniciaron en la fe, nos bautizaron, nos llevaron a la Iglesia de Jesús. De mayores pasamos muchas crisis, dejamos de pertenecer a la Iglesia porque escuchamos llamadas más urgentes, más seductoras y más vitales. Hoy, estamos aquí, en la iglesia, no porque busquemos sino porque hemos sido encontrados y cortejados por Dios. No tenemos que buscar porque Dios nos ha encontrado. Dice Buechner que “una iglesia normal está llena de gente que hacen su trabajo. Una iglesia significativa está llena de gente envuelta en el ministerio”, es decir, gente que predica el evangelio y ayuda al arquitecto Jesús a edificar su Iglesia. Los que oyen la llamada y responden, más que llenar una iglesia, llenan el mundo con su presencia, su trabajo de servicio y su testimonio y siguen llamando como Jesús llamó. Lo importante es seguir a Jesús, dejar todo lo que nos esclaviza y hacer el camino de la vida con Él. HOMILÍA 3
Una escena muy corriente en todas las
familias desde que existe la televisión es la disposición de los
sillones en la sala de estar. Todos están orientados hacia el televisor.
Cada uno, como en el cine, tiene asignado su sillón. Sin sillón y sin el
control remoto no somos nada. HOMILÍA 4
The story of our lives is the story of the
invitations we have accepted and the ones we have declined, ignoring
those four mysterious letters R.S.V.P.
|