|
|
Escritura:
Ezequiel 18,
25-28; Filipenses 2, 1-11;
Mateo 21, 28-32 |
EVANGELIO
En aquel tiempo dijo
Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos
del
pueblo: -¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero
y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. El le contestó: “No
quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le
dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, Señor”. Pero no fue. ¿Quién de los
dos hizo lo que quería el padre?
Contestaron: -El
primero.
Jesús les dijo: -Os
aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en
el camino del Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el
camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y las
prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os
arrepentisteis ni le creísteis.
HOMILÍA 1
En un viaje hacia
Madrid, a la hora de la cena, la azafata me preguntó: ¿desea cenar?
Yo le pregunté:
¿cuáles son las opciones?
“Sí o no”, esas
son las opciones, contestó la azafata.
Tenemos el poder
de elegir. Un no siempre puede convertirse en un sí.
El primer hijo de
la parábola está representado por los ancianos, los sacerdotes, los
escribas, los conocedores de las Escrituras, los exploradores de todas
las minucias de la Ley. Sus vidas aparentemente eran un sí.
Sus mentes y sus
corazones no cambiaron y sus corazones no se transformaron ante el
mensaje de Jesús.
Jesús fue para
ellos una decepción, no era su Mesías.
El segundo hijo
representa a los recaudadores de impuestos y prostitutas, gente sencilla
y sin pretensiones intelectuales… Sus vidas aparentemente eran un no.
Juan Bautista
predicó la conversión, la opción del sí a Jesús.
Nuestra primera
reacción es decir “no” al evangelio de Jesús.
¿Por qué? Porque
es duro cargar con la cruz, es duro amar a los enemigos, es duro
perdonar siempre, es duro orar por los que nos persiguen, es duro hacer
siempre el bien…
¿Qué clase de
mundo nos hace decir no?
El mundo de la
violencia, de los niños hambrientos, el de la droga…
El evangelio de
hoy nos invita a vivir en el sí, en una obediencia no de
palabras
sino una obediencia en acción.
Si decimos “sí” a
Dios amor, debemos decir no al rechazo a los hermanos, a los que no nos
caen bien.
Si decimos “sí” al
perdón ofrecido en la cruz, debemos decir no al deseo de venganza.
Si decimos “sí” al
Dios de la vida, debemos decir no a todo lo que mata la vida y la
verdadera felicidad.
Si decimos “sí” a
la invitación que Dios nos hace a trabajar en su Iglesia, debemos decir
no a la pereza, a la comodidad y a la haraganería.
Si decimos “sí” a
todo lo que engendra paz y alegría, debemos decir no a todo lo que
destruye la paz y divide a los hombres.
Si
decimos “sí” al amor en el matrimonio, debemos decir no a las aventuras
extramatrimoniales.
Jesús es el hombre
del “sí” dice San Pablo.
Sí y no, las dos
palabras más poderosas e importantes que podemos decir.
Dios dice “sí” a
sus hijos, a todos.
Nosotros somos
invitados en este domingo a decir a Dios nuestro sí de todo corazón y
decirlo con nuestra vida.
El privilegio del
pecador es poder cambiar, decir sí.
El joven Teophanos
sólo tenía un deseo, entregarse por completo a Dios.
Así que un día se
dirigió a un monasterio.
Fue recibido por
un viejo monje que le preguntó: ¿Qué quiere usted?
Quiero entregarme
a Dios, le contestó el joven.
Éste esperaba que
fuera amable y paternal, pero el viejo monje le gritó: AHORA.
Luego alcanzó un
palo y le perseguía diciendo: AHORA, AHORA.
Después de muchos
años de monje aún le sigue por doquier diciéndole: AHORA.
Y es que las cosas
de Dios no hay que dejarlas para mañana.
El sí a Dios, si
es verdadero, hay que dárselo ya, ahora.
HOMILÍA 2
Érase una vez dos
hermanos gemelos que discutían y se peleaban un día sí y otro también.
Cuando su madre les mandaba hacer algún recado, había uno que siempre
gritaba y protestaba, pero terminaba haciendo lo mandado; el otro se
callaba y seguía haciendo sus cosas. Este último era yo. Eso lo solía
contar mi madre para mi vergüenza y elogio de mi hermano que siempre
gozó de peor fama.
Jesús nos cuenta
hoy una historia parecida, la de los dos hijos, para que nos asomemos a
la mente y al corazón de Dios.
Historia sencilla
y enseñanza escandalosa. La verdad es que todos podemos contestar a la
pregunta que nos hace Jesús: ¿Cuál de los dos hermanos hizo la voluntad
de su padre?
La respuesta es
obvia, el primero.
Pero lo que no es
obvio, lo que escandalizó y sigue escandalizándonos es la respuesta de
Jesús.
“Amén, yo os digo
que los publicanos y las prostitutas os precederán en el Reino de Dios”.
Tenemos que
reconocer que los dos hijos eran malos. Ninguno de los dos dio un sí
claro y gozoso a su padre.
El primero le dio
un no, pero lo pensó mejor y lo convirtió más tarde en un sí.
El segundo le dio
un sí que se convirtió en un eterno no. Ambos hijos decepcionaron al
padre, pero uno le decepcionó más que el otro.
Aquel lejano día
Jesús se dirigía a los líderes judíos, los sabios de la religión, los
perfectos, los cumplidores de la Ley, hermosos por fuera, podridos por
dentro. Estos no dijeron ni sí ni no, simplemente ignoraron a Jesús.
Los publicanos y
las prostitutas, los pecadores de siempre, vivieron un tiempo haciendo
sus cosas, de espaldas a Dios, pero escucharon el mensaje de la
conversión predicada por Juan Bautista y cambiaron de corazón. Son el
hijo, los hijos pródigos, que terminan dando su sí al Señor.
El padre, tremenda
contradicción, no tiene poder coercitivo para obligar a sus hijos a
obedecer. Sólo tiene el poder del amor. El padre invita, señala el
camino y la tarea que hay que hacer en la viña, este mundo enmarañado
con la violencia de la naturaleza y de los hombres, para trabajarla y
transformarla.
Muchos de los
hijos de ayer y de hoy obedecen por miedo, para salvar el pellejo, y su
parcela. Unos pocos obedecen por puro amor, éstos abrazan el mundo y,
olvidándose de sí mismos, luchan y lo hacen más humano, mejor. Es su sí
a la voluntad del padre que se olvida también de sus derechos y nos pide
que defendamos los derechos de la tierra y de los hombres.
Nosotros, los que
hoy hemos escuchado esta Palabra ¿qué clase de hijos somos?
Ojalá no fuéramos
ni el primero ni el segundo.
El Padre tiene un
tercer hijo que conoce la voluntad de su Padre, que no necesita órdenes,
que no sabe de miedos, que se pone manos a la obra, y poco a poco, con
paciencia y amor, transforma la viña, mejora su ambiente y recrea la
iglesia y el mundo.
Este tercer hijo,
con el que sueña Dios, es el cristiano que ora en la comunidad
cristiana, lucha en el mundo y obedece por amor. Este hijo no será
precedido por nadie en el Reino de Dios.
HOMILÍA 3
La parábola del
domingo pasado tenía un final feliz porque el dueño de la viña quiere
contratarnos a todos y, para escándalo de algunos, a todos, a los de la
primera hora y a los de la hora undécima, nos paga con un denario, el
mismo denario, la salvación.
La parábola
que hemos proclamado hoy parece menos optimista, al menos para los
cristianos de solo nombre. Hay quienes no conocen ni reclaman para sí el
nombre de cristiano y sin embargo parece que nos llevan la delantera.
Dicen que la
religión intenta consolar a los afligidos y afligir a los acomodados.
Cuenta una
leyenda japonesa que un hombre murió y fue al cielo. Un guía le dio un
tour en el Bus Turístico por el paraíso y, maravillado, dijo: esto es
mucho más bello que nuestro universo. En el recorrido vio una gran sala
llena de estanterías y en las estanterías estaban alineadas miles y
miles de orejas humanas.
¿Qué hacen
tantas orejas humanas aquí?, preguntó.
El guía le
comentó: Estas orejas pertenecen a todos los católicos que durante su
vida han escuchado la Palabra de Dios en miles de sermones, pero nunca
la han puesto en práctica. Así que sólo sus orejas han subido al cielo.
¿Qué les
parece? Nos pregunta Jesús a los fariseos de hoy. Un hombre tenía dos
hijos. Cuando oímos “dos hijos” en una historia esperamos una
comparación, imaginamos las diferencias que existen entre los dos y no
nos equivocamos si los etiquetamos como el bueno y el malo.
El domingo
pasado decíamos que Dios sale todos los días a contratar nuevos
trabajadores, su viña es tan grande, que Dios nos necesita a todos.
Hoy, Dios
manda a dos de sus hijos y les dice: “Hijo, ve hoy a trabaja en la
viña”. El primero le dijo al padre: “No quiero. Pero después se
arrepintió y fue”. El segundo le contestó: “Voy, Señor. Pero no fue”.
Olvidemos los
fariseos y los publicanos y las prostitutas del tiempo de Jesús.
Nosotros, los que hemos escuchado esta historia, somos los que tenemos
que preguntarnos ¿cuál de esos dos hijos soy yo? ¿Soy el hijo rebelde,
pero arrepentido que termina obedeciendo? ¿Soy el hijo que escucha el
mandato, pero que entretenido en sus hobbies se hace el sordo?
El reproche
que yo me hago y el reproche que Jesús hace a la mayoría de los
católicos es que nos parecemos más al segundo hijo que al primero.
Llevamos años
y años escuchando la Palabra de Dios, pero todos tenemos buenas razones
para no hacer nada por el reino de Dios, sabemos lo que hay que decir y
lo decimos bien, conocemos bien la fe, pero no hacemos lo que hay que
hacer. Pensamos que la viña del Señor está aquí, en la iglesia, y no
hemos descubierto que el mundo, la justicia, la paz, la reconciliación y
el perdón son lugares donde Dios está. La viña del Señor está donde
suenan las sirenas del sufrimiento humano: violencia doméstica,
inmigración, guerra, persecución religiosa…Decir sí a Dios Padre es
correr riesgos, es hacer de la fe una praxis, no reducirla a un saber
entre otros muchos saberes.
Tal vez a
nosotros nos sucede lo mismo que a las orejas de la leyenda japonesa,
que están tan llenas del mensaje que sólo sirven para llenar las
estanterías del cielo.
Nosotros, a
pesar nuestro, recibiremos el denario de la salvación al final de la
jornada, pero los publicanos y las prostitutas de la hora undécima nos
precederán en el Reino y tal vez estos últimos reciban un bono especial.
Cuando yo
entrevisto a los novios para cumplimentar el expediente matrimonial, una
pregunta que tienen que contestar es: ¿Cuál es su religión? La respuesta
es siempre la misma: Católico. Pero ¿es usted muy, regular, poco o nada
católico? La mayoría contestan: Lo normal: primeras comuniones,
bautizos, funerales y esas cosas. Unos pocos dicen la verdad: Católico
no practicante.
Las orejas de
ustedes y las mías todavía escuchan el mensaje y podemos arrepentirnos y
convertirnos en el primero de los hijos y empezar a trabajar en las
muchas viñas de Dios. Las orejas de los jóvenes, los que nunca escuchan
el mensaje, difícilmente los veremos en la iglesia. Pero si escuchan el
clamor de los pobres, si son misericordiosos, si son constructores de la
paz, si practican las obras de misericordia, si están presentes en las
periferias del mundo, sí hacen de los demás el centro de su vida, si la
avaricia no es el motor de sus vidas, si viven sencillamente…están donde
Dios está y merecerán el denario al final de la jornada.
Las acciones
son más elocuentes que los sermones. Dios premia las acciones no los
sermones.
HOMILÍA 4
BAD PEOPLE VS GOOD PEOPLE
Europeans who
want to travel to the United States have to be very careful when they
fill out the application form called E S T A. People know that there are
only two options, Yes or No, and they know that the only answer to these
mandatory questions is " No". If, by mistake, you mark "Yes", for
example, to this scary question: "Do you seek to engage in or have you
ever engaged in terrorist activities, espionage, sabotage or genocide?",
you are doomed. That is the end of the trip.
The questionnaire does not ask people, "Do you consider yourself a Good
person or a Bad person?" The answer would be easy. Everybody considers
himself a Good person. The shocking questionnaire intends to tell the
Good people from the Bad people, something no questionnaire can reveal.
We have proclaimed the parable Jesus told about the two sons of the same
father. In Jesus world and in our world there is always a Good son and a
Bad son.
God, our Father, has two sons, the first son is Israel, the chosen
people, and the second son, is the New Israel, many, many sons, and all
want to fill out the application form to travel to Heaven, their final
destination.
For us, men and women of the twenty first century, the impossible
question is, how to tell the Good people from the Bad people?
In the Western movies , the heroes wore white hats and the villains wore
black hats, so it was easy to tell the Good cowboys from the Bad ones.
"There was a man who had two sons. He went to the first and said, "Son,
go and work today in the vineyard". "I will not", he answered, but later
he changed his mind and went. Then the father went to the other son and
said the same thing. He answered, "I will", but he did not go. What do
you think?
During the ministry of Jesus, the pharisees, the scribes and the priests
were considered by society as the Good persons. They were the first son,
initially the obedient son. The sins of this pious son are very
dangerous, they are mortal sins. This pious son oozes pride, number one
sin, is self-sufficient,-needs nobody not even God-, he thinks he is
better than the rest of the world, he exults his "I" and never mentions
the "Thou" nor the small "you". His words are right, but his heart is
wrong. This son has no patron saint.
Jesus warns those who speak fine religion, whether Pharisees of the
first century or the twenty first century, but do not live what they
preach, "Truly, I tell you, the tax collectors and the prostitutes will
enter the kingdom of God before you".
"The little parable, says Paul Ellis, is a divine demolition job. It is
a barrel of TNT under the edifice of Do It Yourself Religion.
The tax collectors and the prostitutes of Jesus' day are the disobedient
son, the one who says, "I will not", but he repents, goes to the
vineyard and does a good job.
The sins of this son are the sins of the normal people. Tax collectors,
Zaccheus is their patron saint, are greedy, and they demand tax payments
in excess; the prostitutes, Mary Magdalene is their patron saint, do not
go to the temple, do not keep the sixth commandment, they use obscene
language, they watch porn, they drink too much and sometimes they forget
and disobey God. They are like most of us, and Saint Augustine who
prayed to God, "Give me chastity, but, please, not yet" reminds us that
"Our conversion is always on the horizon.
I like to say, I do not want to be a Good person, there are not only
many fake truths, there are also many fake saints today, I want to be a
Bad person, a person who needs every day God's love and forgiveness.
Today is the time to serve God and to answer God's request, "Son, go and
work in the vineyard". To pay lip service to the gospel is not enough,
to do God's will is to live a life of service.
Good people are impressive, their words sound convincing, but their
actions are very selfish. They say, "I will go", but they do not go to
the Father's vineyard, they go to their own business.
Bad people say, "I will not go", but when they find God, they become "not
only hearers of the Word but doers of the Word".
"Blessed are those who hear the Word of God and take it to heart because
the time is near".
|