HOMILÍA DOMINICAL - CICLO A

  Vigésimo sexto Domingo del Tiempo Ordinario

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Ezequiel 18, 25-28; Filipenses 2, 1-11;
Mateo 21, 28-32

EVANGELIO

En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: -¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve  hoy a trabajar en la viña”. El le contestó: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, Señor”. Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?

Contestaron: -El primero.

Jesús les dijo: -Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis.

HOMILÍA 1

En un viaje hacia Madrid, a la hora de la cena, la azafata me preguntó: ¿desea cenar?

Yo le pregunté: ¿cuáles son las opciones?

“Sí o no”, esas son las opciones, contestó la azafata.

Tenemos el poder de elegir. Un no siempre puede convertirse en un sí.

El primer hijo de la parábola está representado por los ancianos, los sacerdotes, los escribas, los conocedores de las Escrituras, los exploradores de todas las minucias de la Ley. Sus vidas aparentemente eran un sí.

Sus mentes y sus corazones no cambiaron y sus corazones no se transformaron ante el mensaje de Jesús.

Jesús fue para ellos una decepción, no era su Mesías.

El segundo hijo representa a los recaudadores de impuestos y prostitutas, gente sencilla y sin pretensiones intelectuales… Sus vidas aparentemente eran un no.

Juan Bautista predicó la conversión, la opción del sí a Jesús.

Nuestra primera reacción es decir “no” al evangelio de Jesús.

¿Por qué? Porque es duro cargar con la cruz, es duro amar a los enemigos, es duro perdonar siempre, es duro orar por los que nos persiguen, es duro hacer siempre el bien…

¿Qué clase de mundo nos hace decir no?

El mundo de la violencia, de los niños hambrientos, el de la droga…

El evangelio de hoy nos invita a vivir en el sí, en una obediencia no de palabras sino una obediencia en acción.

Si decimos “sí” a Dios amor, debemos decir no al rechazo a los hermanos, a los que no nos caen bien.

Si decimos “sí” al perdón ofrecido en la cruz, debemos decir no al deseo de venganza.

Si decimos “sí” al Dios de la vida, debemos decir no a todo lo que mata la vida y la verdadera felicidad.

Si decimos “sí” a la invitación que Dios nos hace a trabajar en su Iglesia, debemos decir no a la pereza, a la comodidad y a la haraganería.

Si decimos “sí” a todo lo que engendra paz y alegría, debemos decir no a todo lo que destruye la paz y divide a los hombres.

Si decimos “sí” al amor en el matrimonio, debemos decir no a las aventuras extramatrimoniales.

Jesús es el hombre del “sí” dice San Pablo.

Sí y no, las dos palabras más poderosas e importantes que podemos decir.

Dios dice “sí” a sus hijos, a todos.

Nosotros somos invitados en este domingo a decir a Dios nuestro sí de todo corazón y decirlo con nuestra vida.

El privilegio del pecador es poder cambiar, decir sí.

El joven Teophanos sólo tenía un deseo, entregarse por completo a Dios.

Así que un día se dirigió a un monasterio.

Fue recibido por un viejo monje que le preguntó: ¿Qué quiere usted?

Quiero entregarme a Dios, le contestó el joven.

Éste esperaba que fuera amable y paternal, pero el viejo monje le gritó: AHORA.

Luego alcanzó un palo y le perseguía diciendo: AHORA, AHORA.

Después de muchos años de monje aún le sigue por doquier diciéndole: AHORA.

Y es que las cosas de Dios no hay que dejarlas para mañana.

El sí a Dios, si es verdadero, hay que dárselo ya, ahora.

HOMILÍA 2

Érase una vez dos hermanos gemelos que discutían y se peleaban un día sí y otro también. Cuando su madre les mandaba hacer algún recado, había uno que siempre gritaba y protestaba, pero terminaba haciendo lo mandado; el otro se callaba y seguía haciendo sus cosas. Este último era yo. Eso lo solía contar mi madre para mi vergüenza y elogio de mi hermano que siempre gozó de peor fama.

Jesús nos cuenta hoy una historia parecida, la de los dos hijos, para que nos asomemos a la mente y al corazón de Dios.

Historia sencilla y enseñanza escandalosa. La verdad es que todos podemos contestar a la pregunta que nos hace Jesús: ¿Cuál de los dos hermanos hizo la voluntad de su padre?

La respuesta es obvia, el primero.

Pero lo que no es obvio, lo que escandalizó y sigue escandalizándonos es la respuesta de Jesús.

“Amén, yo os digo que los publicanos y las prostitutas os precederán en el Reino de Dios”.

Tenemos que reconocer que los dos hijos eran malos. Ninguno de los dos dio un sí claro y gozoso a su padre.

El primero le dio un no, pero lo pensó mejor y lo convirtió más tarde en un sí.

El segundo le dio un sí que se convirtió en un eterno no. Ambos hijos decepcionaron al padre, pero uno le decepcionó más que el otro.

Aquel lejano día Jesús se dirigía a los líderes judíos, los sabios de la religión, los perfectos, los cumplidores de la Ley, hermosos por fuera, podridos por dentro. Estos no dijeron ni sí ni no, simplemente ignoraron a Jesús.

Los publicanos y las prostitutas, los pecadores de siempre, vivieron un tiempo haciendo sus cosas, de espaldas a Dios, pero escucharon el mensaje de la conversión predicada por Juan Bautista y cambiaron de corazón. Son el hijo, los hijos pródigos, que terminan dando su sí al Señor.

El padre, tremenda contradicción, no tiene poder coercitivo para obligar a sus hijos a obedecer. Sólo tiene el poder del amor. El padre invita, señala el camino y la tarea que hay que hacer en la viña, este mundo enmarañado con la violencia de la naturaleza y de los hombres, para trabajarla y transformarla.

Muchos de los hijos de ayer y de hoy obedecen por miedo, para salvar el pellejo, y su parcela. Unos pocos obedecen por puro amor, éstos abrazan el mundo y, olvidándose de sí mismos, luchan y lo hacen más humano, mejor. Es su sí a la voluntad del padre que se olvida también de sus derechos y nos pide que defendamos los derechos de la tierra y de los hombres.

Nosotros, los que hoy hemos escuchado esta Palabra ¿qué clase de hijos somos?

Ojalá no fuéramos ni el primero ni el segundo.

El Padre tiene un tercer hijo que conoce la voluntad de su Padre, que no necesita órdenes, que no sabe de miedos, que se pone manos a la obra, y poco a poco, con paciencia y amor, transforma la viña, mejora su ambiente y recrea la iglesia y el mundo.

Este tercer hijo, con el que sueña Dios, es el cristiano que ora en la comunidad cristiana, lucha en el mundo y obedece por amor. Este hijo no será precedido por nadie en el Reino de Dios.

 

HOMILÍA 3

La parábola del domingo pasado tenía un final feliz porque el dueño de la viña quiere contratarnos a todos y, para escándalo de algunos, a todos, a los de la primera hora y a los de la hora undécima, nos paga con un denario, el mismo denario, la salvación.

La parábola que hemos proclamado hoy parece menos optimista, al menos para los cristianos de solo nombre. Hay quienes no conocen ni reclaman para sí el nombre de cristiano y sin embargo parece que nos llevan la delantera.

Dicen que la religión intenta consolar a los afligidos y afligir a los acomodados.

Cuenta una leyenda japonesa que un hombre murió y fue al cielo. Un guía le dio un tour en el Bus Turístico por el paraíso y, maravillado, dijo: esto es mucho más bello que nuestro universo. En el recorrido vio una gran sala llena de estanterías y en las estanterías estaban alineadas miles y miles de orejas humanas.

¿Qué hacen tantas orejas humanas aquí?, preguntó.

El guía le comentó: Estas orejas pertenecen a todos los católicos que durante su vida han escuchado la Palabra de Dios en miles de sermones, pero nunca la han puesto en práctica. Así que sólo sus orejas han subido al cielo.

¿Qué les parece? Nos pregunta Jesús a los fariseos de hoy. Un hombre tenía dos hijos. Cuando oímos “dos hijos” en una historia esperamos una comparación, imaginamos las diferencias que existen entre los dos y no nos equivocamos si los etiquetamos como el bueno y el malo.

El domingo pasado decíamos que Dios sale todos los días a contratar nuevos trabajadores, su viña es tan grande, que Dios nos necesita a todos.

Hoy, Dios manda a dos de sus hijos y les dice: “Hijo, ve hoy a trabaja en la viña”. El primero le dijo al padre: “No quiero. Pero después se arrepintió y fue”. El segundo le contestó: “Voy, Señor. Pero no fue”.

Olvidemos los fariseos y los publicanos y las prostitutas del tiempo de Jesús. Nosotros, los que hemos escuchado esta historia, somos los que tenemos que preguntarnos ¿cuál de esos dos hijos soy yo? ¿Soy el hijo rebelde, pero arrepentido que termina obedeciendo? ¿Soy el hijo que escucha el mandato, pero que entretenido en sus hobbies se hace el sordo?

El reproche que yo me hago y el reproche que Jesús hace a la mayoría de los católicos es que nos parecemos más al segundo hijo que al primero.

Llevamos años y años escuchando la Palabra de Dios, pero todos tenemos buenas razones para no hacer nada por el reino de Dios, sabemos lo que hay que decir y lo decimos bien, conocemos bien la fe, pero no hacemos lo que hay que hacer. Pensamos que la viña del Señor está aquí, en la iglesia, y no hemos descubierto que el mundo, la justicia, la paz, la reconciliación y el perdón son lugares donde Dios está. La viña del Señor está donde suenan las sirenas del sufrimiento humano: violencia doméstica, inmigración, guerra, persecución religiosa…Decir sí a Dios Padre es correr riesgos, es hacer de la fe una praxis, no reducirla a un saber entre otros muchos saberes.

Tal vez a nosotros nos sucede lo mismo que a las orejas de la leyenda japonesa, que están tan llenas del mensaje que sólo sirven para llenar las estanterías del cielo.

Nosotros, a pesar nuestro, recibiremos el denario de la salvación al final de la jornada, pero los publicanos y las prostitutas de la hora undécima nos precederán en el Reino y tal vez estos últimos reciban un bono especial.

Cuando yo entrevisto a los novios para cumplimentar el expediente matrimonial, una pregunta que tienen que contestar es: ¿Cuál es su religión? La respuesta es siempre la misma: Católico. Pero ¿es usted muy, regular, poco o nada católico? La mayoría contestan: Lo normal: primeras comuniones, bautizos, funerales y esas cosas. Unos pocos dicen la verdad: Católico no practicante.

Las orejas de ustedes y las mías todavía escuchan el mensaje y podemos arrepentirnos y convertirnos en el primero de los hijos y empezar a trabajar en las muchas viñas de Dios. Las orejas de los jóvenes, los que nunca escuchan el mensaje, difícilmente los veremos en la iglesia. Pero si escuchan el clamor de los pobres, si son misericordiosos, si son constructores de la paz, si practican las obras de misericordia, si están presentes en las periferias del mundo, sí hacen de los demás el centro de su vida, si la avaricia no es el motor de sus vidas, si viven sencillamente…están donde Dios está y merecerán el denario al final de la jornada.

Las acciones son más elocuentes que los sermones. Dios premia las acciones no los sermones.

 

HOMILÍA 4

BAD PEOPLE VS GOOD PEOPLE

Europeans who want to travel to the United States have to be very careful when they fill out the application form called E S T A. People know that there are only two options, Yes or No, and they know that the only answer to these mandatory questions is " No". If, by mistake, you mark "Yes", for example, to this scary question: "Do you seek to engage in or have you ever engaged in terrorist activities, espionage, sabotage or genocide?", you are doomed. That is the end of the trip.

The questionnaire does not ask people, "Do you consider yourself a Good person or a Bad person?" The answer would be easy. Everybody considers himself a Good person. The shocking questionnaire intends to tell the Good people from the Bad people, something no questionnaire can reveal.

We have proclaimed the parable Jesus told about the two sons of the same father. In Jesus world and in our world there is always a Good son and a Bad son.

God, our Father, has two sons, the first son is Israel, the chosen people, and the second son, is the New Israel, many, many sons, and all want to fill out the application form to travel to Heaven, their final destination.

For us, men and women of the twenty first century, the impossible question is, how to tell the Good people from the Bad people?

In the Western movies , the heroes wore white hats and the villains wore black hats, so it was easy to tell the Good cowboys from the Bad ones.

"There was a man who had two sons. He went to the first and said, "Son, go and work today in the vineyard". "I will not", he answered, but later he changed his mind and went. Then the father went to the other son and said the same thing. He answered, "I will", but he did not go. What do you think?

During the ministry of Jesus, the pharisees, the scribes and the priests were considered by society as the Good persons. They were the first son, initially the obedient son. The sins of this pious son are very dangerous, they are mortal sins. This pious son oozes pride, number one sin, is self-sufficient,-needs nobody not even God-, he thinks he is better than the rest of the world, he exults his "I" and never mentions the "Thou" nor the small "you". His words are right, but his heart is wrong. This son has no patron saint.

Jesus warns those who speak fine religion, whether Pharisees of the first century or the twenty first century, but do not live what they preach, "Truly, I tell you, the tax collectors and the prostitutes will enter the kingdom of God before you".

"The little parable, says Paul Ellis, is a divine demolition job. It is a barrel of TNT under the edifice of Do It Yourself Religion.

The tax collectors and the prostitutes of Jesus' day are the disobedient son, the one who says, "I will not", but he repents, goes to the vineyard and does a good job.

The sins of this son are the sins of the normal people. Tax collectors, Zaccheus is their patron saint, are greedy, and they demand tax payments in excess; the prostitutes, Mary Magdalene is their patron saint, do not go to the temple, do not keep the sixth commandment, they use obscene language, they watch porn, they drink too much and sometimes they forget and disobey God. They are like most of us, and Saint Augustine who prayed to God, "Give me chastity, but, please, not yet" reminds us that "Our conversion is always on the horizon.

I like to say, I do not want to be a Good person, there are not only many fake truths, there are also many fake saints today, I want to be a Bad person, a person who needs every day God's love and forgiveness.

Today is the time to serve God and to answer God's request, "Son, go and work in the vineyard". To pay lip service to the gospel is not enough, to do God's will is to live a life of service.

Good people are impressive, their words sound convincing, but their actions are very selfish. They say, "I will go", but they do not go to the Father's vineyard, they go to their own business.

Bad people say, "I will not go", but when they find God, they become "not only hearers of the Word but doers of the Word".

"Blessed are those who hear the Word of God and take it to heart because the time is near".