HOMILÍA DOMINICAL - CICLO A

  Vigésimo tercero Domingo del Tiempo Ordinario

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Ezequiel 33,7-9; Romanos 13,8-10; Mateo 18,15-20

EVANGELIO

En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: -Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

Os aseguro además que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

 

HOMILÍA 1

La tribu Babemba de Sudáfrica celebra el siguiente ritual para corregir la conducta criminal o antisocial de sus miembros.

Si un miembro de la comunidad actúa irresponsablemente se le coloca en la plaza del pueblo. El trabajo cesa, y todos los hombres, mujeres y niños forman un gran círculo alrededor del acusado. Y uno a uno, incluidos los niños van diciendo las virtudes y todas las cosas buenas que el acusado ha realizado.

No se puede ni mentir ni exagerar ni inventarse nada. No se puede decir ninguna cosa negativa del acusado.

La ceremonia dura un par de días hasta que todos han tenido la oportunidad de contar sus bondades.

Al final el círculo se rompe, la fiesta comienza y la persona es acogida de nuevo en la comunidad. El acusado se siente fortalecido y animado a vivir de acuerdo con las normas e ideales de la comunidad.

El mal existe, las conductas antisociales existen, el pecado existe a mi alrededor y dentro de mí. Y el pecado existe en la comunidad de Jesús. Somos una comunidad de pecadores.

En este evangelio de Mato, Jesús nos dice cómo hay que resolver las situaciones conflictivas, cómo hay que tratar al pecador, a los hermanos de la iglesia.

Primero. Habla en privado con la persona que te ha ofendido. Cara a cara, en diálogo fraternal o en diálogo acalorado, no importa. Él es el destinatario de tu reproche, tu enojo, tu ira y también de tu responsabilidad y de tu amor. Como Jesús, nosotros tenemos que ofrecer el perdón y el amor a los hermanos de la comunidad. Y como Jesús el ofendido, no el ofensor, es el que da el primer paso, el que busca…

¿Verdad que nosotros lo primero que hacemos es contárselo a otro?

Se trata de ganar a un hermano, de afianzarlo en el camino del Señor y de que viva en la comunidad de Jesús.

Es el misterio del perdón.

Segundo. Si no te escucha lleva contigo dos o tres testigos.

“Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, ahí estoy yo”.

Donde está Jesús está la salvación y el perdón.

Donde está Jesús hay que doblar no sólo la rodilla, hay que doblar y ablandar el corazón, rendirse a Él y perdonar como Él.

El ofendido, no el ofensor, y los hermanos dan el primer paso, buscan al ofensor para ganar a un hermano y que éste permanezca en la iglesia de Jesús.

Tercero. Si no hace caso, díselo a la comunidad.

A la comunidad, la iglesia reunida, para escuchar el mensaje de su Señor y para perdonar. La iglesia es lugar de escucha y de perdón.

La iglesia es responsable de la vida cristiana de todos sus miembros. Su misión es la de reconciliar a todos con Dios y a los hermanos con los hermanos.

Que ninguno se pierda. Que ninguno almacene el veneno del odio.

Que ninguno se obstine en el pecado.

Que ninguno destruya la comunidad de Jesús.

Que ninguno viva lejos del amor de Dios.

Confesar, admitir el pecado es vencer su poder mortal.

La comunidad reunida celebra el regalo del perdón de Dios. Todos unidos bajo la mirada de Dios nos dejamos perdonar y nos abrimos al don de la reconciliación con los hermanos.

“Perdónanos, Padre, nuestras ofensas como también nosotros…

Cuarto. Al que rechaza la conversión y el perdón de Dios Padre y de los hermanos considéralo como gentil o publicano.

Quinto. Puertas siempre abiertas.

“Tal vez sea menos pecado matar a alguien que negarle el perdón. Matar a alguien  puede ser efecto de la pasión. No perdonar es una elección del corazón. Es un crimen espiritual que excluye y mata la imagen de la persona odiada”.

HOMILÍA 2

LA SECULARIZACIÓN DEL PECADO

Una señora tenía una sirvienta muy trabajadora, pero comprobó que cada vez que su sirvienta visitaba a su madre echaba en falta algo.

La espió y encontró un cesto con azúcar, café, telas y otras baratijas escondido debajo de la cama. Cesto que llevaba a su madre.

La señora no se sublevó ni reaccionó con violencia o insultos. Sintió compasión y con cordialidad le dijo: “Estoy segura de que su madre vive en escasez y aquí tenemos de todo. En este cesto hay azúcar, café y unas telas, déselas a su madre y dígale que le envío mis mejores saludos y deseos.

La sirvienta se puso colorada y balbuceó un tímido gracias.

Nunca más la señora echó nada en falta.

La corrección surtió su efecto y las dos convivieron en paz y sin sospechas durante largos años.

 “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos”.

La palabra pecado, ayer tan presente en nuestras vidas, hoy, ha perdido contenido y se ha secularizado. Ya no hay que dar cuentas a nadie, ni a Dios ni a los demás y mucho menos al cura.

Los grandes pecados de la Iglesia primitiva: la apostasía, el adulterio y el homicidio necesitaban confesión y penitencia pública; hoy, son aireados por los medios de comunicación y ya no nos escandalizan.

Ya no hay intimidad, todo ha salido del armario para regocijo de las masas ávidas de escándalos.

¿Creen ustedes que aún hay pecados?

¿Pueden decirme uno?

¿Cuándo fue la última vez que a solas reprendió a un hermano como pide el evangelio?

La corrección fraterna, según el espíritu del evangelio proclamado, ha desaparecido. Todos rechazamos la corrección.

Cuando alguien nos hiere o insulta, además de sentirnos mal lo contamos a los demás: “Mira lo que me ha hecho este tipo”.

El pecado existe y es un gran mal. A nosotros nos toca eliminar sus efectos y sanar al pecador. Tarea difícil en este tiempo de un individualismo feroz, pero hay que intentarlo y de una manera especial entre nosotros, los seguidores de Jesús, la Iglesia de Jesús.

“Si hace caso, has salvado a tu hermano”.

“Existimos desde un diálogo”.

Un diálogo con Dios al que confesamos nuestros pecados y el que siempre nos perdona.

Cuando este diálogo se rompe y vivimos por nuestra cuenta, el pecado que acecha a nuestras puertas nos secuestra y nos convertimos en sus rehenes. Sólo Dios nos puede liberar.

Un diálogo con los hermanos de la comunidad cristiana, familia de los engendrados por el Espíritu de Jesús.

La Iglesia es comunidad de pecadores, una familia de gente imperfecta que tiene por misión ayudarnos mutuamente a madurar en el amor.

La Iglesia dice un escritor es como el arca de Noé. Si no fuera por la tormenta que ruge afuera nadie podría aguantar el olor que hay dentro.

Este diálogo con los hermanos es también confesión de los pecados, “confesaos mutuamente vuestros pecados”, es animación a vivir unidos a Cristo, nuestra Cabeza, es comunión con los hermanos y es oración: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Diálogo con nosotros mismos. Buceo en el interior más interior de nuestro ser para que el “ante ti, ante ti, sólo pequé” del salmista resuene claro y arrepentido y me abra al triple diálogo humano.

En la Iglesia de Jesús todos somos ilegales, todos somos acogidos, todos somos queridos, los de cerca y los de lejos, todos somos corregidos y perdonados por la gran misericordia de Dios.

Hermanos e Iglesia, dos palabras esenciales de la vida cristiana, dos realidades a descubrir y a vivir según el evangelio de Jesús de este domingo.

HOMILÍA 3

Terminadas las vacaciones de agosto volvemos a la rutina de cada día. Saludamos a los amigos de siempre, vamos al supermercado de siempre y volvemos a la parroquia de siempre, donde, de momento, está el cura de siempre.

En el evangelio de este domingo, Mateo da unas instrucciones minuciosas a los cristianos que formaban la Iglesia de ayer y que son válidas para la asamblea aquí congregada.

Es una invitación a solucionar los problemas de la comunidad, los problemas de dentro, con el diálogo, la corrección fraterna y el perdón. Nunca con los puños o la confrontación.

Un estudio llevado a cabo por el Sunday Times sugiere que la gente abandona la Iglesia, -la parroquia- por razones triviales, por menudencias. Son pocos los que dejan su parroquia por razones teológicas, por negarse a creer en la Asunción de María o en la infalibilidad del Papa. Esas verdades ni nos molestan ni nos preocupan. Son pura teoría y nosotros vivimos en la cotidianidad con sus apreturas y sus turbulencias.

Esta cotidianidad me recuerda una historia curiosa, pero real.

Los policías americanos que custodian la frontera con Méjico sospechaban de un trabajador mejicano que diariamente la cruzaba. Cada día, muy de mañana, en su bicicleta pasaba con sus bolsas y cada mañana lo inspeccionaban para ver si traficaba con algo, pero nunca encontraban nada, sólo llevaba sus cosas y su comida. Llegaron a abrirle las ruedas de la bicicleta para asegurarse de que no ocultaba nada ilegal, nunca encontraron nada. Hasta que un día los policías cayeron en la cuenta de que traficaba con bicicletas. Siempre las mismas cosas, pero cada día una bicicleta distinta. Tan obsesionados estaban con la droga u otras sustancias prohibidas que no veían lo que tenían delante todos los días, las bicicletas.

Y pensar que en cualquier comunidad parroquial o religiosa o familiar las relaciones se interrumpen o se rompen generalmente no por grandes pecados, nosotros no traficamos con grandes pecados, si no con pecados pequeños: los chismes de cada domingo, el desprecio de algún feligrés, la comunión bajo las dos especies, los ritos, las manías y favoritismos del cura…un tráfico cotidiano e incurable.

Créanme, ninguno de nosotros es el enemigo a combatir, somos el hermano que queremos vivir la dimensión de la verdad y del perdón en la comunidad parroquial. No tenemos que estar de acuerdo en los pequeños gestos y detalles de la vida diaria y de la celebración dominical, pero sí tenemos que estar de acuerdo en que todos somos importantes y dignos de amor. Sí tenemos que estar de acuerdo en que yo no soy el centro del mundo y que a pesar de que hieran mis sentimientos muchas veces, lo importante es la misión que Dios nos ha confiado a todos: anunciar su evangelio, su alegría y su amor a todos.

“Si tu hermano peca, repréndelo a solas, entre los dos”.

En el Nuevo Testamento leemos 223 veces la palabra “hermano” y casi siempre referida a los hermanos en la fe, no a los hermanos de sangre.

A todos nos resulta raro e inaceptable considerar hermanos a las personas que celebran con nosotros la misma fe e invocan al mismo Padre y están convocadas por Jesucristo, nuestro Hermano Mayor. “Todos ustedes son hermanos”, dice Jesús, todos unidos no por los lazos de la sangre sino por el vínculo de la fe.

Desgraciadamente nosotros no venimos a la parroquia a vivir la fe en comunidad ni a formar comunidad. Venimos a la iglesia a hacer nuestra cosa, a cumplir nuestra obligación y no queremos saber nada de los otros. El individualismo y el sálvese quien pueda que vivimos ahí afuera lo traemos también a la comunidad y eso a Dios no le gusta.

¿Cómo vamos a corregir o a ofrecer nuestro perdón al hermano a quien desconocemos e ignoramos?

Donde no hay comunidad de fe, esperanza y amor el perdón se hace innecesario.

No sé a quien tiene a su lado en esta eucaristía, pero a la hora de la paz, mírelo como a su hermano, tal vez no tenga nada que perdonarle, nosotros no traficamos con grandes pecados, pero los pequeños pecados, a veces duelen más y el gesto de la paz le sabrá mucho mejor.

“El amor es la anestesia que hace posible la cirugía, que hace llevadero el sufrimiento y que nos facilita el amar a los que nos hacen mal”.

 

HOMILÍA 4

 

THE PERFECT CHURCH

A church that's all it ought to be;
A church whose members never stray
Beyond the straight and narrow way!
A church that has no empty pews,
Whose pastor never has the blues,
A church whose deacons always deak (seek)
And none is proud, and all are meek;
Where gossip never peddle lies,
or make complaints and criticize;
Where all are always sweet and kind
And to all others' faults are blind.
Such perfect churches there may be,
But none of them are known to me.
But still we'll work and pray and plan
To make our own the best we can.

(Author Anonymous)

The word of God we have proclaimed speaks of our responsibility of correcting our brothers and sisters. It is present in the Bible and in the tradition of the church. True, in these times, tolerance is the greatest and the only virtue that is preached in churches and in the media, while fraternal correction is the virtue least practised in the church, in the family and in the working place. Who are you to correct me? What I do is my own business. Leave me alone. Mind your own business. This is the spirit of the world, and all of us breathe in the spirit of the world.

When King David committed a sin, the prophet Nathan did not leave him alone, but went to see him, and with one of the most beautiful stories in the whole Bible, he help him to face his own crime.

NATHAN REBUKES DAVID

The Lord sent Nathan to David. When he came to him, he said, "There were two men in a certain town, one rich and the other poor. The rich man had a very large number of sheep and cattle, but the poor man had nothing except one little wew lamb he had bought . Ha raised it, and it grew up with him and his children. It shared his food, drank from his cup and even slept in his arms. It was like a daughter to him.

Now a traveler came to the rich man, but the rich man refrained from taking one of his own sheep or cattle to prepare a meal for the traveler who had come to him. Instead, he took the ewe lamb that belonged to the poor man an prepared it for the one who had come to him. David burned with anger against the man and said to Nathan, "As surely as the Lord lives, the man who did this must die! He must pay for the lamb four times over, because he did such a thing and had no pity.

Then Nathan said to David, "YOU ARE THE MAN!

David's response to the accusation is very moving. "I have sinned against the Lord", he says.

We are social beings who were created for relationships.

"No man is an island
Entire of itself
Every man is a piece of the continent
A part of the main".

John Donne

We are connected to God, our Creator, our first and most important relationship, we are connected to our brothers and sisters, our second and omnipresent relationship, and we are connected with our most inner being.

We must remember that Jesus' ministry revolved around bringing outsiders into the kingdom by fixing these three broken relationships. He is doing the same with each one of us because our relationships need to be restarted. And he is inviting us to fix our broken relationships with the members of our family, our church and our neighbors.

"If your brother sins against you , go and tell him his fault between you and him alone". "Better a frank word of reproof than the love that will not speak". Proverbs 27,15

We are called to do this privately and in love, there is to be no pointing finger, no gossip, we are to seek the life of the sinner not his death or his excommunication.

One day a man approached Saint Francis and said, "Brother Francis, I am in this dilemma. Jesus says that we have to rebuke sinners, but I see people sinning all the time and everywhere. I do not feel like I should go around rebuking everybody". Saint Francis thought and then said, "What you must do is live in such a way that your life rebukes the sinner, how you act will call others to repentance". Beautiful answer, but you know, people today are so busy living for themselves that they do not pay attention to the good deeds of their neighbors. That is why sometimes we have to use words, nice words.