COLOQUIOS NOCTURNOS EN JERUSALÉN

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

El Cardenal Martini, ayer Arzobispo de Milán, hoy jubilado, ayer papable, hoy olvidado, nos ofrece desde su celda monástica de Jerusalén reflexiones, sueños y recetas para rejuvenecer la Iglesia en su último libro “Coloquios nocturnos en Jerusalén”.

Hombre sabio y austero, admirado por sus afirmaciones valientes, al margen de lo oficial, siempre produce un oleaje que irrita a los conservadores.

“Antes tenía sueños sobre la Iglesia. Soñaba con una Iglesia que recorre su camino en la pobreza y la humildad, con una Iglesia que no depende de los poderes de este mundo. Soñaba con que extirpara de raíz la desconfianza. Con una Iglesia que diera espacio a la gente que piensa con más amplitud. Soñaba con una Iglesia joven.

Hoy no tengo más esos sueños. A los 75 años decidí orar por la Iglesia”.

¿Hay resignación e impotencia en ese dejar de soñar?

¿Cuando todo falla, sólo queda la rueda de repuesto de la oración?

Son muchos los cristianos que sueñan una Iglesia como la soñada por Martini.

Ya es mucho saber lo que no se quiere, aunque realizar los sueños se nos antoje tarea imposible.

“La Iglesia necesita reformas internas. La fuerza de renovación tiene que venir desde dentro”.

En estos tiempos hablar de reformas es hablar de cosmética: misa en latín, comunión en la lengua, color de los ornamentos… pequeñas cosas que no conducen al “adentro”, a la muerte del dragón. El Vaticano, Estado sin territorio, pero con una burocracia como la de cualquier Estado.

Espero que la oración de Martini, soldado y soñador, rejuvenezca esta Iglesia sin hacerla juvenil.

“Martín Lutero fue un gran reformador” afirma Martini que, después de años de ser denigrado y despreciado, empieza a cotizarse cada día más en el mercado de las ideas.

Desde el Concilio Vaticano II la Iglesia católica, gracias a Lutero, se ha hecho un poco protestante y las Iglesias protestantes, gracias al Concilio, se han hecho un poco católicas. La Biblia, libro común, ha dejado de ser un arma arrojadiza para convertirse en vínculo de comunión.

Sólo Dios es apertura total, perdón total.

Los hombres para sentirse en control necesitan prohibiciones y condenas, etiquetarlo todo y marcar los precios.

Lutero es ya un poco nuestro.

El Cardenal Martini reflexiona también sobre el problema número uno de la Iglesia occidental, la sequía vocacional.

La receta oficial archiconocida y repetida es: Sólo hombres. Sólo célibes.

La situación es mortal y las diócesis importan curas y los conventos monjas para llenar los agujeros negros.

Para Martini esta no es la solución.

“Hay que discutir la posibilidad de ordenar viri probati, hombres experimentados y probados en la fe y en el trato con los demás”.

Puerta abierta al sacerdocio de los varones casados, creyentes, deseos y capaces de servir a su comunidad cristiana.

¿Dónde están los Cardenales Martini?

¿Dónde los cristianos capaces de pensar “fuera de la caja”, más allá de la zona cómoda y convencional?