COLGAR LOS HÁBITOS, COLGAR LA BURQA

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

Y el ojo de Dios vio que todo era bueno. El ojo del gobierno, cámaras ocultas y rádares, vigila y prohíbe. El ojo de Dios es siempre libertad, el del poder es cada día más sofocante y opresor.

En su celo misionero y civilizador los gobiernos europeos quieren imponer a todas las mujeres la Haute Couture de Chanel, Oscar de la Renta y Christian Dior.

Nada más efímero en este tiempo supersónico que la moda de las pasarelas. Por las calles de Soria y de sus pueblos aún no he visto esos modelos paradisíacos, más hoja de parra de Eva que burqa afgana.

Desde que San Pablo se preguntara en el siglo I: “¿es decoroso que la mujer ore a Dios con la cabeza descubierta?”, las mujeres católicas llevaron -aún llevan- la cabeza cubierta con el velo.

¿Y las monjas? Sus hábitos, muchos imposibles y bárbaros, llenarían una Exposición de las Edades de la Mujer.

¿Y las sotanas? Las había de seda y bastas y espartanas. Necesitamos un concilio para poder colgar todos los hábitos. Cierto, el concilio no eliminó el hábito, pidió que fuera “sencillo y modesto, pobre y al mismo tiempo digno… adaptado a las circunstancias de tiempos y lugares y a las necesidades del ministerio”. Ahora sólo quedan los hábitos lujosos de los cardenales y de la Guardia Suiza del Vaticano.

El armario de las mujeres musulmanas es monocolor: negro o marrón o azul y se reduce a unas pocas prendas: al hijab, niqab y la burqa. Prendas que preceden al Islam y tienen razones más geográficas y sociales que religiosas.

Sarkozy, el Presidente Sol, en el palacio de Versalles con timbre apocalíptico de predicador cabreado lanzó su anatema contra estas vestimentas anacrónicas que afean los valores eternos de la república laica francesa.

“El tema de la burqa no es religioso. Es cuestión de libertad y de dignidad de la mujer. No es bienvenida en nuestro territorio”.

La burqa es un fenómeno marginal, minoritario y legislar contra estos vestidos, en USA permitidos, no resuelve nada. Las mujeres musulmanas se enfrentan a problemas más urgentes: la poligamia, el matrimonio a los 13 años, la ejecución de honor de las mujeres que han sido infieles, la circuncisión femenina, la nulidad del matrimonio por falta de virginidad, la segregación en las mezquitas y las playas…

Los europeos tan progresistas y tolerantes en los temas fundamentales, de vida o muerte, sacan pecho y como Quijotes arremeten contra los hábitos musulmanes.

En este afán civilizador y unificador ¿por qué no imponerles también la cocina francesa o la dieta mediterránea?

Todos los fundamentalismos son una belicosa y distorsionada reducción de la fe. Deberían olvidarse de su verdad y abrazar el amor. Sus hábitos, dietas y ritos son mera interpretación..