CIRCUNCISIÓN PARA TODOS

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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La posmodernidad, según los expertos, es la modernidad sin ilusiones, es la desregulación de  la conducta humana y la vida vivida sin más brújula que la propia satisfacción.

Este verano sólo han ardido los bosques y  hemos agotado el diccionario quejándonos del calor.

La posmodernidad, tal vez, sea un paisaje calcinado, una tierra seca y agrietada, un alma vendida por un puñado de euros.

“La tolerancia posmoderna alimenta la intolerancia”.

Hoy toleramos todo lo que ayer nos parecía intolerable. Toleramos y aplaudimos el divorcio, el aborto, los matrimonios gay, la venta de armas, el culto a las celebridades…Todo tiene carta de ciudadanía en esta sociedad cada vez más intolerante con las creencias religiosas.

La ciudad de San Francisco, meses atrás, intentó sin éxito poner un stop a la circuncisión.

Este verano un juez de Colonia prohibió la circuncisión masculina por ir en contra de los intereses de los niños a los que se  inflige un daño físico cuando son demasiado jóvenes para poder dar su consentimiento.

Suiza y Austria tomaron nota y también prohibieron la circuncisión en los hospitales del país.

Dinamarca, país democrático y ateo, que salvó a miles de judíos de la persecución nazi, ahora discute apasionadamente el tema de la circuncisión. Dicen que “los médicos y los políticos sufren una aguda fimosis cultural y espiritual”.

A nosotros, los españoles, nos quedan las juderías sin judíos. Así nos ahorramos el problema y la gran discusión. Aquí sólo se discute con pasión de fútbol.

Ser judío, a diferencia de ser cristiano, nuestro bautismo es un rito light, externo, que a nada compromete y como no deja señal es pronto olvidado, es portar el sello, la marca visible en la carne. Según un Midrash el prepucio es un defecto y eliminarlo es una mejora cosmética y espiritual.

Para los judíos el “nosotros” precede al “Yo”, pueden ser ateos, muchos lo son, pero son y no dejan de ser judíos.

Nosotros, los goyim, nunca entenderemos la necesidad de este rito milenario que ninguna ley por más ilustrada y bienintencionada que sea podrá eliminar. Ni tiene por qué eliminar.

El filósofo Emil Frankenheim, sobreviviente de los campos de concentración, dice que a los 613 mandamientos de la Biblia Hebrea hay que añadirle uno más, el 614: “No concederás a Hitler victorias póstumas”.

Alemania, olvidando su pasado oscuro y antijudío, ha despertado y puesto en pie a todos los rabinos del mundo con la prohibición dictada por el juez de Colonia.

Merkel se manifestó inmediatamente en contra de la prohibición: “No quiero que Alemania sea el único país del mundo en el que los judíos no puedan practicar sus ritos”.

Los legisladores alemanes han trabajado con inusitada rapidez y ya han introducido una ley que reconoce el derecho constitucional de los padres a la educación de sus hijos y el derecho a decidir en todos los asuntos que les conciernen. El estado se reserva el derecho de vigilar por el bienestar de los niños.

La Buena Noticia sobre la circuncisión la ha proclamado la Academia Americana de Pediatría en su último número de agosto.

Los beneficios de la circuncisión superan con creces sus riesgos. Sólo le ha faltado a la Academia declararla obligatoria para todos los niños. Siempre será, como tantas cosas propias del mundo de la religión, decisión de la familia.

Los padres imponen muchas cosas a sus hijos desde el día uno de su nacimiento. Les dan un nombre, una ciudadanía, una cultura, una lengua, una dieta…sin su consentimiento.

Los padres que viven su religión quieren dar a sus hijos desde el día uno de su vida su herencia espiritual. No esperan a que sus hijos tengan 16 años para que se circunciden o bauticen. No es una opción es una obligación.

Dar a luz un hijo es darle dos vidas, la vida humana preciosa y la vida religiosa e indispensable de los padres.

“Mi decisión no se basó en razones epimidiológicas o higiénicas o las ganas de que el pene de mi hijo se pareciera al mío. Lo circuncidé  porque soy un judío y mi religión me obliga a hacerlo. Quise la circuncisión porque ( casi siento vergüenza en admitirlo) yo creo en Dios y los judíos tenemos una alianza con Dios y  con la circuncisión certificamos la alianza.

También quería la circuncisión por razones tribales, lo hacemos porque históricamente nos ha separado de las gentes que no lo hacen”. Gordon Haber

Los judíos, nada dados al proselitismo, siguen discutiendo en el año 5773 de su calendario recién estrenado quién es judío y quién no lo es. Una cosa tienen clara, la mejor manera de demostrar que uno es judío es bajarse los pantalones. Así se cumple la repetida frase de que una imagen - en directo - vale más que mil palabras.