Rebajas. Se Hacen Santos.

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

.  

 


Los postuladores de los santos, esos cabrones que primero miran los ceros de los cheques, lo de las virtudes viene después de las comas, también están retratados en el Vatileaks 2.

La santidad “oficial”, perfume efímero, no se consigue sin transfusiones periódicas de dólares, ésta siempre ha sido, como lo complementos Louis Vuitton, supercara y elitista.

Francisco quiere que la santidad certificada por los funcionarios eclesiales sea universal, democrática y barata.

A la santidad “oficial”, gloria de Bernini, se llega por tres caminos tortuosos: el camino de los testigos, los fans del hombre o de la mujer, esos admiradores que distribuyen estampitas con una oración que, a fuerza de repetirla, abra el séptimo sello de la certificación.

El camino de los milagros imposibles, si se hacen esperar, siempre se pueden inventar.

El camino de los cheques, el dinero abre todas las puertas incluida la de la santidad “oficial”. Las congregaciones religiosas valen tanto cuantos santos tienen en el almanaque e invierten más dinero en la santidad “oficial” de sus fundadores y sus miembros que en los pobres.

Mientras tanto, los miles y miles seguidores de Jesús, gente corriente, los santos de verdad según San Pablo, nunca tendrán fans, ni estampitas para pedir milagros que no existen, ni cepillos para los dólares exigidos por los funcionarios eclesiales, y nunca alcanzarán la soñada santidad “oficial”.

Es doctrina segura que en el calendario oficial hay santos que nunca existieron y que “hacer santos” se convirtió en un negocio sucio, en una mancha negra en el gran océano de la verdadera santidad.

Francisco, el Papa New Age, para muchos de su curia el intruso y el advenedizo que no sabe de la misa la mitad, sacude mandobles verbales a los obispos y monseñores que son más amigos de Mamón que del Señor y ha abierto los calabozos vaticanos para albergar a algunos pervertidos.

A Francisco, gran sorpresa para mí, le gusta “hacer santos”.

El Vaticano está de rebajas. El Papa ha simplificado el proceso de la santidad “oficial”.

En algunos casos, olvidándose de los tres caminos, ha cogido un atajo y, paf, ha añadido a la lista de los héroes, al panteón de los grandes hombres de la Iglesia a hombres y mujeres desconocidos.

Escribo estas líneas en Los Negrales, hotelito silencioso y cómodo, propiedad del Instituto Teresiano. La ausencia de símbolos religiosos en sus dependencias es intencionada, no quieren asustar a los usuarios laicos que rentan sus magníficas instalaciones.

Pero estas señoras cultas, fans de su fundador, el P. Poveda, no han dudado en entronizarlo, no con la aureola dorada en la peana clásica, sino que su ataúd, memoria sempiterna, hace ahora de altar en la iglesia.

He leído últimamente que la estación espacial del Vaticano está ultimanado los detalles para enviar al planeta de la santidad "oficial" a cuatro hombres muy ilustres y a una gran mujer.

Sus fans están ya entonando el countdown para el liftoff. Estos son los afortunados.

Chesterton, el converso que hizo de apologeta del catolicismo en la Inglaterra protestante.

Gaudí, el arquitecto de Dios. Si sus obras son admiradas por millones de turistas, ¿por qué no dar culto a su creador en una nueva versión de su vida?

Fulton Sheen, el obispo americano que a través de su presencia en la televisión hizo que el catolicismo fuera más potable para muchos americanos.

Fr. Thomas Byles, el cura del Titanic que ofreció su chaleco salvavidas a los otros y desde la proa responseaba por los muertos.

Dorothy Day, mujer bohemia en el West Village de Manhattan, pecadora y luchadora por la justicia y la paz y finalmente dedicada en cuerpo y alma a los pobres.

No me llaméis santa. No me hagáis santa decía, que vuestros honores no sirven de nada y no agradan a Dios.

"Me arrojé a sus pies para adorarle y me dijo: Mira, no hagas eso, compañero de servicio tuyo soy y de tus hermanos, los que tienen el testimonio de Jesucristo. Sólo a Dios debes ADORAR". Apocalipsis 19,10

Según el rabino Cohen, profesor de Harvard, sólo Maimónides es un monoteista radical, cien por cien monoteista. ¿Y nosotros?