Francisco Cabreado

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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"Escuchad esta palabra, vacas de Basán", así insulta el profeta Amós a los funcionarios de Israel.

El Papa Francisco, profeta de la ternura, abraza a niños y a viejos, a los indigentes y a los presos y sus entrañas se conmueven ante la injusticia y la indiferencia que reina en este mundo podrido. Todo es "material girl", "material man" que canta Madonna.

Francisco, cada Navidad, reúne al ejército de sus funcionarios, la Curia Vaticana, para leerles la cartilla y pedirles cuenta de su administración.

Francisco aprovecha la Fiesta de Navidad, manía traviesa, para recordar a los zánganos de la colmena vaticana, un año, las 12 enfermedades silenciosas y mortales que pasean por los pasillos renacentistas, otro año hace el elogio de las 24 virtudes que, si las cultivaran serían bálsamo para el pus de sus heridas malolientes y este año 2017 les ha ofrecido unos criterios para la reforma de la Gran Colmena.

Una feligresa americana siempre me preguntaba por qué no se decían palabras gruesas en los sermones para despertar e indignar a los feligreses aburridos que escuchan siempre las mismas palabras que no dicen casi nada.

Francisco ha llamado a sus funcionarios "lepra, turistas por los aeropuertos, más amigos de la púrpura que de la pobreza, huelen más a perfume Calvin Klein que a oveja, zánganos, no de colmena, sino de solemnidad"... ¿Les llamará algún día jerks o gilipollas? Ya dijo aquello muy grueso a los católicos, "que no hay que procrear como conejos".

La Gran Colmena Vaticana, con una crosta de roña de siglos, escucha la felicitación del Papa entre bostezos solemnes y con fingida espiritualidad. Y como la prostituta del Apocalipsis se dice: "Estoy sentada como una reina, no soy viuda y no veré duelo nunca". Ap18,7

"La reforma de la Curia es un proceso delicado que tiene que llevarse a cabo en fidelidad a lo esencial" les recuerda el Papa.

Lo "esencial" es Jesucristo, única autopista hacia Dios, no se necesitan autopistas paralelas. Lo "esencial" es el evangelio eterno al que la Iglesia tiene que servir y no servirse de él para fines poco evangélicos.

Francisco no quiere coger el rábano por las hojas, la hojarasca, con la que se ha alimentado la iglesia y ha alimentado a sus hijos. Las hojas son los inesenciales a los que la Curia se resiste a abandonar. Hasta la misma Curia forma parte de los inesenciales.

La reforma de Francisco no consiste en una cirujía plástica ni en comprar un montón de productos de belleza para ocular las necesarias arrugas sino en usar una lejía fuerte que quite las manchas y la vista de lino blanco y puro.

La reforma consiste en la fidelidad a lo esencial.

Todas las religiones, "para que no se vean sus vergüenzas" se visten con ropajes lujosos. Todo lo lujoso es caro, escaso e innecesario.

Francisco, Quijote evangélico, no está luchando contra molinos de viento sino contra el demonio.

El mundo cambia vertiginosamente. Ya no se mide el tiempo por siglos, décadas, quinquenios o años, sino por días. Cada nuevo día es un siglo de los de ayer.

Francisco tiene prisa y la resistencia malvada y diabólica que encuentra en su ejército de funcionarios le cabrea muchísimo.

La resistencia es producto de la falta de evangelio, falta de conversión personal, falta de orientación según los signos de los tiempos. En lugar de orientar el trabajo hacia la misión, "detrás de cada papel hay una persona", se orienta hacia la norma, a las formalidades y la rutina burocrática.

Francisco quiere abolir en la colmena el promoveatur ut amoveatur. "Es un cáncer". Me recuerda el famoso principio de Peter, motivo de risa en las conversaciones del pasado. Cuando algunos eran ascendidos alcanzaban el sumo grado de incompetencia.

Entre los criterios enumerados son tres los más franciscanos y más llamativos.

El criterio de la Sobriedad. No he respirado el aire de la Colmena y no sé si hay que ponerse mascarilla al entrar. Sí me imagino el chismorreo de los funcionarios contándose las aventuras de los miembos del kibutz, del gueto clerical, donde se fabrican santos, se elaboran ritos y rituales, se espían unos a otros y se likean las noticias. Sobriedad es igual a adelgazar el bosque, cortar los árboles secos. El Vaticano ya tiene suficiente colorido y exotismo con la Guarda Suiza, el colorido de sus funiconarios está de más. Sobriedad en el número de funcionarios, sobriedad en la vestimenta, sobriedad en los anillos, alianza de bodas con el poder.

El criterio de la Catolicidad. En el principio fue Jerusalén, luego surgió Antioquía, centro de la gentilidad, y finalmente, "la que se asienta sobre grandes aguas", Roma.

Los católicos viejos se definen aún como "católico, apostólico y romano" y en USA soy "a Roman catholic priest". Francisco no saldrá de Roma, pero no quiere una Iglesia Romana, quiere que toda la catolicidad, el mundo entero, llene Roma.

El criterio de la Sinodalidad. El trabajo de la Curia y de los Dicasterios tiene que ser sinodal. Sinodalidad no equivale a democracia, pero sí a transparencia, apertura y diálogo abierto.

Francisco regaló a sus funcionarios un librito titulado: "Industriae pro Supeioribus ejusdem Societatis ad curandas animae morbos". Remedios para curar las enfermedades del alma. No me extraña que Francisco, ante tanto funcionario enfermo, esté tan cabreado.