Calasanz, el Anti-Job

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Cada vez que celebramos la fiesta de San José de Calasanz me asaltan las mismas dudas y los mismos interrogantes. ¿Qué tiene que ver Calasanz con Job? ¿Por qué sigue Job coloreando la celebración de la eucaristía aunque nunca se aluda a él?
El libro de Job, poético y dramático, sobresale entre todos los libros de la biblioteca bíblica por su belleza y su profundidad. Si usted aún no tiene un libro favorito se lo recomiendo. El disfrute de su lectura silenciosa, lenta y repetida será su única recompensa.

La historia de Job comienza con una apuesta frívola e insensata entre Dios y un miembro de su consejo, su fiscal, el que le cuenta los chismes de los hombres, el satán. Es como si se tratara de una apuesta en el bar entre dos hinchas del futból que discuten apasionadamente sobre qué jugador es el mejor.
Como en la canción “The devil went down to Georgia”, el satán reta a Dios y le dice: “I'll make a bet with you”, -te hago una apuesta-. Te apuesto lo que quieras. Dios confía en la lealtad de Job y el satán confía en su poder de persuasión.

Job, hombre muy rico y no hebreo, es un hecho irrefutable que el texto lo presenta como inocente.
Su primera reacción de sumisión y de aceptación de sus desgracias es puro espejismo.
Su mujer es la primera en sublevarse y le espeta con ira: “Maldice a Dios y muérete”.
Y ya lo creo que Job maldice. Maldice el día de su nacimiento y grita poética y amargamente todos los inconvenientes de haber nacido. Todos sus males comenzaron el día en que se dijo: se ha concebido un hijo.

Job se irrita y maldice a sus amigos que en lugar de ofrecerle consuelo se convierten en verdaderos satanes, en sus acusadores.
Sus amigos “se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra”, pero maldita la hora en que hablaron porque terminaron llenando la copa de la ira de Job.
Elifaz lo acusó de pecador. Bildad, con menos delicadeza, le dijo que sus hijos habían muerto por sus muchos pecados. Y Sofar le da la puntilla cuando le asegura que sufre menos de lo que se merece.
Job se declara inocente, acusa a Dios, le exige una explicación, lo lleva a juicio: “No tengo otra esperanza que defender mi conducta ante tu faz”. Job quiere pasar un día los juzgados, sentarse en el banquillo y defender su inocencia.

“Aunque sabes muy bien que no soy culpable
en arrebato, me quieres destruir”. 10,7

“Péseme él en balanza de justicia
conozca Dios mi integridad”. 41,6

Job ante el silencio de Dios desea morir, no porque sufre sino porque su visión del cosmos se ha derrumbado, porque no existe un orden moral en el mundo, porque la justicia se ha divorciado del poder divino.
Job, como toda la Biblia, es mucho más que literatura, es un libro sobre nosotros y para nosotros.
Las quejas y maldiciones de Job son serias y hay que tomarlas con seriedad porque Dios también las toma con seriedad.

Mi Calasanz ciertamente no es Job.
Mi Calasanz es todo silencio y sumisión. No se rebeló. A las puertas del Santo Oficio dormía como si el gravísimo asunto, el pecado nefando, no fuera con él.
No le importó que destruyeran su obra por la que tanto había trajinado, mendigando, barriendo aulas y escribiendo algunas cartas.
El satán lo tenía cerca, dentro de casa, tenía nombre y vestía sotana, pero Calasanz no supo poner nombre al pecado que se cometía en sus aulas. Los escolapios nunca nos hemos atrevido a poner nombre al pecado pecado de nuestros orígenes y hemos hablado de ambiciones, hipocresías, zancadillas de algunos religiosos mundanizados...casi lo hemos ocultado con piadosidades.


A Calasanz como a Job le quitaron todos sus bienes, pequeña tragedia de la que se puede emerger victorioso. Pero cuando a Job el satán le robó la salud, lo redujo a un guiñapo, a un montón de huesos y sus amigos le llamaron pecador, entonces sí se rebeló e hizo cientos de preguntas a Dios.

Mi Calasanz, por humildad, virtud tan mal entendida en la vida cristiana, por falta de una santa ira o por cobardía, se dejó aplastar por sus dos satanes y no pidió cuentas ni al tribunal de Dios ni al de los hombres.

Dios que escribe derecho con renglones torcidos, por su cuenta, castigó a lo dos satanes pervertidos, hubo muchos más, y The Fallen Orden, La Orden Caída, surgió de sus cenizas para gloria de Dios.

Calasanz, al que llamamos el Job de la Nueva Alianza, es el Anti-Job.