AMNISTÍA NAVIDEÑA

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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“De lo bueno a lo malo que mal se va y es lo que va a venir”, profecía cumplida que el tranquilo y sabio Isidro de Valdegeña nos dejó.

Durante años muchos han vivido en la nube nueve, en lo bueno, ahora que tocan la tierra, desconsolados, no se resignan a vivir con lo esencial. Se han quedado huérfanos y sin dioses.

La religión del consumo y de las compras como las religiones tradicionales han perdido clientes. La ostentación era su tarjeta de identidad. Privados de estos atributos inesenciales se sienten desnudos, no son nada y como Job gritan ”maldito el día en que nací”.

Los cinco millones de parados, no han estado en la nube, sólo conocen los infiernos, las oficinas de Cáritas, de la Cruz Roja, de los comedores parroquiales y las deudas que nadie perdona.

¿Cómo vivir la Navidad de la crisis? La crisis, madre de todos nuestros lamentos, tendría que ser nombre propio, nombre de hombre y de mujer, con mayúscula. ¿Alguno de los nacidos en este tiempo de calamidades se bautizará con el nombre de Crisis? Yo soy hijo de la Crisis.

La Crisis nos ha quitado los zapatos y nos ha calzado con las Adidas para recorrer las calles con los eslóganes revolucionarios de los tiempos de las barricadas.

Yo no tengo la receta, pero discípulo que soy del Isidro, no visito los templos del consumo, no rezo ni a San Antonio ni a Emilio Tucci y no visito los centros de ocio.

La gente, me sorprendo yo, no sabe entretenerse, necesita ser entretenida, divertida, excitada, manipulada por los media y la publicidad.

El decorado almidonado del belén es el glamour mundano de las celebridades de Hollywood que Jesús no tuvo ni necesita.

Jesús nació, como nacen todos los pobres, entre sangre, moscas y excrementos. Nació para decirnos que todos somos importantes y amados. Todo lo demás es literatura.

La Navidad, nacimiento de un niño, es más celebración sentimental y gastronómica que celebración de fe, razón por la que creyentes e indiferentes del mundo la celebran cada cual a su manera.

Jesús creció y un buen día, en Nazaret, en la sinagoga de su pueblo, comenzó su campaña de agitador itinerante. Ante sus amigos, auditorio entregado, pronunció su primer discurso e inauguró su carrera social, religiosa y política.

Estoy aquí “para proclamar el Año de Gracia del Señor”, la Amnistía de la Navidad, el perdón de todas las deudas.

Proclamar el año jubilar, descrito en el libro más árido de la Biblia, el Levítico, más que provocación era inicio de una revolución, era el plan económico de Jesús. El reino de los ricos tenía que desaparecer para que emergiera el reino de los pobres, única preocupación del niño pobre de la Navidad.

Las deudas tienen que ser perdonadas.

Los esclavos tienen que recuperar la libertad.

Los préstamos tienen que caer en el olvido.

La propiedad hipotecada tiene que volver a su propietario.

La tierra tiene que descansar..

“No habrá pobres entre vosotros”.

Programa utópico, nunca cumplido, ayer y hoy, los de siempre, los poderosos, los banqueros, los terratenientes se oponen a la redistribución de los bienes de la tierra, a poner la economía al servicio de los pobres.

Navidad no es dar besos a un niño recién nacido. Navidad es abrazar la religión de Jesús, es acoger el programa inaugural de Jesús y atreverse a ponerlo en práctica. Todos aplaudieron la radicalidad y atrevimiento de Jesús. 

En esta Navidad de la crisis nada más urgente que el perdón, los pecados de la carne no necesitan perdón, necesitan perdón las deudas y hacer justicia a los que carecen de lo esencial.

La Iglesia proclama sus jubileos, caricaturas del Año Jubilar de Jesús. Nos pide piadosidades, visitar templos, confesión y comunión para ganar indulgencias de un perdón en el más allá. 

El Jesús de la Navidad no nos habla del perdón de los pecados sino del perdón económico y de un mundo justo y fraterno.

La Navidad primera ha sido secuestrada por la cultura dominante que ha destronado al Príncipe de la Paz y la Justicia y se ha montado su propia navidad. Huyamos de esos montajes paganos y rescatemos el espíritu de la Navidad.