A Descentralizar

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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“No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. en este sentido, percibo la necesidad de avanzar en una saludable descentralización´”. Evangelii Gaudium nº 16

Roma hace siglos que dejó de ser la ciudad del Imperio. El Vaticano: un templo, unos museos, una gran plaza donde se congregan fieles y turistas y unos jardines invisibles, se resiste a abandonar su aire imperial que los grandes de este mundo respiran en sus visitas protocolarias.

Francisco, el cura que vino del fin del mundo, que se pateó los suburbios, vivió y trabajó como un cura pobre, se siente muy a gusto en sus zapatos de pastor, pero no se acostumbra, más bien, aborrece la basura de la pompa imperial que tanto excitaba a sus predecesores.

Francisco es el Papa llegado de la periferia. Sus nuevos cardenales, obispos de las periferias, de países que pocos cardenales imperiales podrían señalar en el mapa mundi, a estos boquiabiertos “príncipes de la Iglesia” este nuevo título les tiene que sonar a melodía satánica.

La "saludable descentralización", más que inspiración divina es resultado de una lectura sencilla e ingenua del evangelio de Jesús.

Convertir Roma en una diócesis más del mundo católico y su obispo en un obispo más entre los miles de obispos y convertir el magisterio romano, magisterio único, el del temor y el poder, en un magisterio no más cualificado que el de los demás obispos, es una llamada a "descentralizar".

Los obispos son ventrílocuos, hablan poco, y cuando hablan repiten lo que dice Roma, no quieren avivar el oleaje doctrinal, les asusta significarse y cantar extra coro, siguen a ciegas el guión romano, constantiniano e imperial. Guión fracasado, que Francisco con parresía evangélica intenta reescribir.

Johan Bonny, obispo de Amberes, Bélgica, confiesa que el espíritu abierto y el enfoque pastoral de Francisco, le ha dado valor para escrutar y hablar alto y fuerte sobre un tema urgente para los creyentes del siglo XXI.

El día 27 de diciembre, en una entrevista concedida a De Morgen, pedía que la Iglesia reconociera y bendijera las relaciones gay.

El matrimonio sacramental no tiene por qué ser la única forma de relación ni tiene que cerrar la puerta a otras formas de relaciones duraderas, leales y fieles entre las partes.

"Los valores intrínsecos son para mí más importantes que la cuestión institucional. La ética cristiana se basa en relaciones duraderas en las que la exclusividad, la lealtad y el cuidado son centrales para cada una de las partes", escribe el obispo Bonny.

Rik Torfs, profesor de derecho canónico de la Universidad Católica de Lovaina, dice que "Bonny invoca un cambio de los principios que la Iglesia ha tenido como inmutables durante siglos, algo que ningún obispo se habría atrevido a hacer bajo los pontificados dogmáticos de Juan Pablo II y Benedicto XVI".

Hace unos pocos días el P. Martin Dolan, párroco, durante quince años, de una parroquia de Dublín, confesaba a sus feligreses en su homilía que él era gay y les pedía que votaran a favor del matrimonio gay en el próximo referendum que se va a llevar a cabo próximaente en Irlanda.

La reacción de los feligreses fue unánime, le dieron una standing ovation, una fervorosa y sincera ovación.

El matrimonio entre gays y lesbianas, en las sociedades abiertas y democráticas, ya no es algo depravado o moderno, es una realidad que está ahí, ante nuestros ojos y que quiere perdurar.

La Iglesia ya no puede quemar herejes o pervertidos en la pira y sus anatemas y excomuniones son papel mojado. Nadie viaja por el mundo con el pasaporte del Vaticano y los derechos humanos no son vigilados ni regulados por las ortodoxias religosas.

Ante esta realidad, esta minoría de seres humanos, tan hijos e hijas de Dios como los heterosexuales, la Iglesia tiene que reflexionar y dar una respuesta misericordiosa a estos hijos de Dios.

WWJD? What Would Jesus Do? ¿Qué haría Jesús? Es la pregunta que muchos cristianos americanos se hacen ante las distintas situaciones que tienen que confrontar.

Nosotros, los católicos, siempre preguntamos al Catecismo de la Iglesia, rara vez, tal vez nunca le preguntamos al evangelio de Jesús.

Seguro, seguro que nos encontraríamos con respuestas contradictorias y seguro que nos guiaríamos por la respuesta clara y segura del Catecismo. Y así nos va.