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Escritura:
Sofonías 3,14-18; Filipenses
4,4-7; Lucas 3,10-18 |
EVANGELIO
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
-Entonces, ¿qué hacemos? Él contestó:- El que
tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que
tenga comida haga lo
mismo.
Vinieron también a bautizarse unos publicanos;
y le preguntaron: -Maestro, ¿qué hacemos nosotros?
Él les contestó: No exijáis más de lo
establecido.
Unos militares le preguntaron: ¿Qué hacemos
nosotros?
Él les contestó: No hagáis extorsión a nadie,
ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga.
El pueblo estaba en expectación y todos se
preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a
todos:- Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no
merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con
Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano la horca para aventar su parva
y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no
se apaga.
Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al
pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.
HOMILÍA 1
La vida es insoportable, le decía un emigrante
a su párroco. Estamos viviendo nueve personas en un cuarto. ¿Qué debo
hacer?
El párroco le contestó: meta la cabra también
con ustedes en el
cuarto.
Eso no puede ser.
Haga lo que le digo y venga a verme al final de
la semana.
El emigrante regresó el día indicado y dijo: No
podemos aguantar. La cabra es sucia y el olor es insoportable.
Vaya a casa. Saque la cabra y vuelva a verme al
final de la semana.
Cuando regresó, nuestro emigrante estaba
radiante. La vida ahora es hermosa. No cabra. Sólo nosotros nueve. ¡Qué
felicidad!
La cabra le ayudó a aquel hombre y a su familia
a hacer memoria de las bendiciones recibidas. Una pequeña dosis de
sufrimiento nos ayuda a estar en nuestro sitio, a ser humildes y
agradecidos.
Hoy, hemos prendido la tercera vela. Esperanza,
paz y alegría.
"Grita de gozo, oh hija de Sión". "Alégrense en el Señor en todo
tiempo."
Cuando les pregunto a ustedes ¿cómo están?
Muchos responden:
con achaques mil, pero vivo,
sin blanca, pero vivo,
con deudas, pero vivo…
Es fantástico estar vivo: respirar, tener una
esposa e hijos, tener una casa en la playa…y tener una iglesia en la
calle Frentes 2 A.
Pero aquí venimos a celebrar otra manera de
estar vivos, vivos en el Señor.
Pero aquí venimos a recuperar otra alegría: la
alegría en el Señor.
Pero aquí venimos a sanar otras enfermedades:
las del corazón.
Y a heredar la vida eterna con el Señor.
Aquí venimos a preguntar a Juan Bautista: ¿Y
nosotros qué debemos hacer?
La respuesta de Juan es sencilla, nada de
grandes discursos abstractos, y hace referencia a la vida de cada día,
al trabajo de cada día, a las relaciones de cada día.
"Él que tenga dos capas dé una al que no tiene.
No cobren más de lo
debido. No abusen de la gente. No hagan denuncias
falsas".
¿Qué debemos hacer nosotros? Esta pregunta no
se refiere al pasado, sino al futuro.
Nuestro pasado está ahí con nosotros. La lista
de cosas que hemos hecho es larguísima. Tú conoces tu lista. Tú llevas
tus cicatrices.
En tu lista hay una esposa engañada, un
matrimonio roto, un fraude, un brujo visitado…
La gran tentación nuestra es la de mirar al
pasado, sentir su peso, vivir encadenado.
¿Qué debemos hacer hoy?
Juan les respondía para vivir el presente, el
futuro.
A nosotros también nos responde hoy. Nos invita
a mirar hacia delante, a romper con el pasado, a sacudirnos el peso
muerto de nuestra vida muerta.
¿Qué debemos hacer hoy?
Mirar al futuro. No hacer sufrir a nadie. No
escandalizar ni maldecir a nadie. No deber nada a nadie.
¿Qué debemos hacer hoy?
Estamos aquí porque queremos ser cambiados,
porque queremos revestirnos con el amor de Dios, porque queremos
transformar
nuestras cicatrices, porque queremos nacer de nuevo.
Debemos hacer justicia.
Debemos amar más para sufrir menos.
Debemos dejarnos rebautizar por el Espíritu de
Jesús.
Debemos quemar nuestro pasado en el fuego
purificador del bautismo en el Espíritu.
Debemos acoger a Jesús en nuestro corazón y él
nos dará el valor de abrirnos a los demás y hacer las obras del amor.
El pasado con su haraganería es la paja que el
Señor quiere quemar en su era y el trigo, es el hoy, es el deseo sincero
de conversión. El pasado es la cabra que hiede y que hay que despachar
porque hace la vida insoportable. El hoy es "la vida es hermosa", porque
nos amamos, porque Jesús está presente, y Él hace el milagro de unas
relaciones justas, amables, fraternas. No cabra. Sólo nosotros y el
Espíritu de Jesús.
¿Qué debemos hacer hoy?
No podemos negar nuestros pecados. Pero Dios
los puede cancelar.
No podemos ocultar las heridas que nos han
hecho los esposos, los hijos…pero, con la ayuda de Dios, podemos vivir
con ellas y abrirnos a los hermanos.
Hoy, debemos hacer obras buenas, obras de amor,
salir de nuestro encierro y mirar al Señor que viene, salir y encontrar
al Mesías en los hermanos.
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HOMILÍA
2
¿QUÉ
TENEMOS QUE HACER?
Cuentan que dos hermanos abrieron una carnicería
en la calle Gascón de Gotor y el negocio les iba muy bien. La clientela
estaba satisfecha con el servicio. Un domingo uno de los hermanos fue a
la Eucaristía, oró, escuchó la Palabra de Dios y la predicación y
decidió convertirse al Señor y cambiar de vida.
Éste le predicaba a su hermano y le invitaba a ir
a la iglesia y dar el paso a la fe, pero no conseguía nada. ¿Por qué
no quieres cambiar?, le preguntaba a su hermano. Éste le contestó:
“Si acepto a Cristo y cambio ¿quién va a pesar la carne?
Cambiar, creer en Cristo, es un cambio radical de
conducta a nivel personal y profesional.
El
hermano no quería convertirse para poder seguir haciendo trampas.
Comprendía la seriedad de la decisión y el riesgo que corría y las
exigencias de la fe. Fe y vida van unidas, separadas no sirven de nada
por más ritos religiosos que consumamos.
Una foto que ha dado la vuelta al mundo estos días
ha sido la foto del policía de Nueva York arrodillado junto a un
vagabundo tirado en una de las calles de la ciudad. Hacía frío y
estaba descalzo. El policía se compadeció, fue a una tienda y compró
unas botas muy caras y se las dio al vagabundo. Sabía lo que tenía que
hacer y seguro que lo habrá hecho otras muchas veces.
Decíamos el domingo pasado que “la Palabra de
Dios vino sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto”. Palabra que
interrumpió su vida y se dedicó a predicarla.
Nadie tiene el monopolio de la Palabra, ni
siquiera los curas. Dios y su Palabra pertenecen a todos los que la
escuchan y la acogen. Todos llamados a ser predicadores.
Juan se convirtió en el predicador lleno de fuego
y de ira, en el profeta bíblico que exigía decisión a favor del Mesías
que bautiza con fuego y espíritu. Para llegar a Belén hay que pasar
por el control de pasaportes que Juan tiene en el Jordán.
Hay que quitarse los zapatos, el cinturón, dejar
las llaves y las monedas y permitir que te chequee y te desnude de todas
las maldades cometidas contra los hombres, tus hermanos.
Como en todos los buenos sermones el predicador
predica y los aludidos preguntan.
La gente, nos dice el evangelio, preguntó a Juan:
¿Qué tenemos que hacer?
Pregunta mágica que, a veces, tranquiliza y otras
muchas anestesia.
Juan les dice y nos dice:
No les manda dejar sus trabajos y convertirse en ascetas en las cuevas
del desierto a imitación suya. No les pide que vayan al Templo de
Jerusalén a ofrecer sacrificios y holocaustos.
No les pide que hagan novenas y ramilletes
espirituales. Las piadosidades de siempre están bien pero sirven de
poco. La religión no es un escudo para aplacar y detener la ira de Dios
sino una bendición para que cada uno de nosotros seamos bendición para
los demás.
Juan
les dice y nos dice:
COMPARTIR. “El que tenga dos túnicas que se las reparta a los que no
tienen”.
No basta con dejar de ser malo y no abusar y engañar
a los demás. No basta con decir cada uno en su casa y Dios en la de
todos.
Arrepentirse y cambiar es difícil y tiene un
precio. Nosotros acumulamos. Juan nos pide compartir los frutos de
nuestro trabajo y los de nuestra fe.
Zaqueo, un cobrador de impuestos como aquellos que
escuchaban la predicación de Juan, se convirtió escuchando a otro
predicador más famoso, a Jesús, y devolvió todo lo que había robado.
A los soldados a sueldo de Roma les predica la
no-violencia, no abusar de la autoridad de la fuerza, no extorsionar a
nadie. Contentaos con la paga.
Convertirse, cambiar, dejar sin mirar atrás
porque lo que se encuentra es mucho mejor y más gratificante.
Adviento es mirar hacia delante, al futuro, y el
futuro es Dios.
Recuerden que uno nunca, nunca, se convierte del
todo. La vida cristiana es siempre una carretera en obras. El día que
dejamos de repararla es que Dios ya no viaja por ella.
Abraham Lincoln solía ir a la iglesia
presbiteriana todos los miércoles que estaba en Washington D.C.
Un miércoles cuando salía de la iglesia uno de
sus acompañantes le preguntó: Mr. President, que le ha parecido el
sermón? Lincoln contestó: “El contenido fue excelente y Dr. Gurley
habló con gran elocuencia. Es obvio que lo ha trabajado mucho”.
Entonces cree que fue un gran sermón, Mr.
President?
No,
no dije eso. Dije que el contenido fue excelente y que el predicador
habló con gran elocuencia. Pero Dr. Gurley, esta noche, olvidó algo
muy importante. Olvidó pedirnos que hiciéramos algo grande.
HOMILÍA 3
Juan Bautista no era uno de los sacerdotes que
trabajaban en el Templo, no era un levita, ni un escriba, no era ni
fariseo ni saduceo, no era un alumno de Gamaliel, y no vivía en la gran
ciudad, la Jerusalén santa.
Juan Bautista era un hombre libre.
El versículo 18 del evangelio de Lucas que hemos proclamado dice: “Juan
Bautista exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia”.
El pueblo de Israel vivía y vive en la espera prometida del Mesías
Liberador.
Los judíos celebran precisamente esta semana la Fiesta de Hanukkah,
fiesta de la luz, conmemoración de una victoria sobre los enemigos de su
religión y de la dedicación del Templo profanado.
Este pueblo llevaba muchos años sin escuchar la voz de los profetas y
sin que nadie reavivara el fuego y el celo Mesiánico. Y un buen día, en
el desierto, aparece Juan, el último profeta, el atizador de la
esperanza y de las promesas.
Juan Bautista no tiene lugar en el Templo porque no es sacerdote y
porque no quiere ser parte de la religión organizada del Templo. Juan
Bautista es un hombre libre, es un hombre del espíritu.
Su espontaneidad, su atrevimiento y su libertad me hacen pensar en los
movimientos desclericalizados de hoy.
El movimiento carismático católico o pentecostal es un movimiento de
hombres y mujeres libres, del espíritu.
Revivals del Espíritu que, fuera de los templos, en tiendas, en parques
o en las calles anuncian la Buena Noticia, el bautismo en el Espíritu.
Juan Bautista predicaba la Buena Noticia, evangelio, palabra técnica que
atribuimos a Jesús. Sólo JESÚS es el evangelio. Lucas se la atribuye
también a Juan Bautista aunque éste no anunciaba el Reino. Juan Bautista
no era la cosa auténtica, era sólo el telonero, el precursor, la palabra
antes de la Palabra. En este sentido los seguidores de Jesús de todos
los tiempos nos identificamos con Juan Bautista, el hombre libre y del
espíritu.
Norman Cousins cuenta una conversación que mantuvo con un sacerdote
hindú, llamado Satis Prasad, durante uno de sus viajes a la India. El
hombre le dijo que su deseo era visitar América y trabajar como
misionero entre los americanos. Cousins dio por supuesto que su
intención era convertir los americanos a la religión hindú. Satis le
dijo: "Oh, no, quiero convertirlos a la religión cristiana. El
cristianismo no puede sobrevivir en abastracto. No necesita miembros,
necesita creyentes. No gente que hable de su fe sino gente que practique
su fe. La gente de su país presume de cristianismo, pero por lo que yo
leo desde la distancia su cristianismo es más una costumbre que
cualquier otra cosa. Yo les pediría que o aceptaran las enseñanzas de
Jesús en su vida cotidiana y en sus asuntos como nación o que dejaran de
invocar su nombre para justificar todo lo que hacen. Yo quiero ayudar a
salvar el cristianismo para los cristianos".
Sí, muchos hombres y mujeres libres, al margen de etiquetas religiosas,
intentan despertar a los dormidos, a los aburridos y a los acostumbrados
a la religión.
Juan Bautista, en el desierto, acoge a muchas personas que no tienen el
perfil religioso, no son los convertidos de siempre, los que oyen pero
no escuchan.
Los que acuden a Juan Bautista son los desenganchados de la religión
organizada, los que no frecuentan el Templo, los impuros.
Son la gente corriente, los publicanos y los soldados.
Todos preguntan los mismo: ¿Qué tenemos que hacer?
Pregunta sencilla y respuesta tan concreta que echa para atrás.
No les dice que vayan al Templo a ofrecer sacrificios.
No les recuerda que tienen que orar tres veces al día.
No les pide que estudien la Torá.
Lo primero es lo primero. First things first. Y lo primero es
"compartir".
Compartir es una cosa muy humana y también muy cristiana.
Para recibir al que viene con el mandamiento del amor y del compartir,
hay que cambiar de vida y hacer lo ordinario de cada día como si fuera
algo extraordinario.
Su mensaje es válido para todos los tiempos y para todos los hombres.
Sólo los hombres libres y del espíritu pueden vivir libremente, sin
encadenarse al dinero y a lo efímero.
Nosotros, hoy, tenemos que preguntarle a Dios: tengo muchas cosas y
mucho dinero, ¿qué quieres que haga con mi dinero? ¿Se atreven?
La respuesta asusta a los esclavizados. El dinero guardado como
paracaídas dorado para los días de inclemencia está lleno de agujeros.
No nos salva.
Las ardillas, a veces, guardan sus granos en escondites tan seguros que
con el paso del tiempo los olvidan y no los encuentran y hasta se mueren
de hambre.
Juan Bautista, hombre libre y del espíritu, se pone tan serio que no
invita mucho a la alegría en este domingo llamado de la alegría.
HOMILÍA 4
A NEW PREACHER
John the Baptist, the preacher who was the forerunner for Jesus, has had
many imitators and followers.
I have known some very angry priests in Spain. The season of Lent, when
I was very young, was the time for furious and passionate sermons.
Unless you change… damnation and hell will be your final destination.
Jonathan Edwards, the great Puritan preacher was even more intimidating
than John the Baptist. In his most famous sermon “Sinners in the hands
of an angry God”, he terrorized people with the picture of themselves
over the fire of hell in the hands of an angry God who might, at any
moment, let them go.
John the Baptist, Jonathan Edwards, and many lenten preachers I have
heard did not sound very loving and their preaching style was anything
but gentle.
“You brood of vipers, you sons of snakes. Who warned you to flee from
the wrath to come? I do not want to hear about Abraham. I want you to do
something. I want action.
Bear fruits worthy of repentance. The ax is lying at the root of the
trees, every tree that does not bear fruit will be cut down and thrown
into the fire. The time is short.
John’s warning is dramatic and sensational. He spoke harsh words, his
message had a tone of urgency, he wanted those who heard him, -the tax
collectors, the soldiers, the Pharisees, the Sadducees, sinners and
saints alike, to not delay, to turn away from those things that they
knew hindered their relationship with God. God was about to accomplish
their salvation. Jesus’ First Coming had already taken place.
What then should we do?
I know you are not expecting a simple answer.
You cannot rely on the faith of others who came before you.
The Pharisees knew they were religious and had many reasons not to need
conversion.
Are we not God’s chosen people? We are Abraham’s children. Keep your
message for those tax collectors and those soldiers, traitors of the
people.
Today’s Pharisees, there are many in our churches, find insulting John’s
language because they think they need no conversion. We are members in
good standing in our parish, we attend church, and we even tithe.
The truth is that we must hear again and again the same message, the
call to be faithful, to repent, and to share.
We all love simple and nice advice like, •If you find someone who is
forgotten, remember them. If you see somebody who is hungry, feed them.
If you see something, say something...
Most of the time we know what to do, in fact, today you have had many
opportunities to answer one of those if…
I think we need more preachers like John the Baptist, do you agree?
Do not be offended by the fact that we are called a brood of vipers.
Pope Francis likes to describe Catholics who love old traditions as
“museum mummies” and those who say many prayers, “parrot Christians”,
and he calls some nuns “old maids”.
Remember these are words of a prophet, not Jesus.
Thanks be to God for John’s message who calls us to prepare for Jesus’
First and Second Coming, for the End, our new beginning.
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