HOMILÍA DOMINICAL - CICLO B

  Vigésimo tercer DOMINGO

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio ...

   

 

 Escritura:

Isaías 35, 4-7; Santiago 2, 1-5; Marcos 7, 31-37

EVANGELIO

En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: -Effetá ( esto es, "ábrete")

Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: -Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

HOMILÍA 1

Dicen que al profeta Elías le gustaba pasear por las calles del pueblo disfrazado. Quería observar a la gente en su salsa, de cerca.

Un día se disfrazó de mendigo, ropas sucias y rotas. Fue a llamar a la puerta de una gran mansión. Se celebraba una gran fiesta. Cuando lo vio el dueño sucio y andrajoso, lo despachó con un gran portazo.

Elías se marchó. Volvió más tarde, ahora lujosamente vestido: traje, camisa de seda, sombrero, bastón con empuñadura de oro. Cuando llamó a la puerta fue recibido con todos los honores y sentado en la mesa de honor. Todos le miraban con admiración.

De repente Elías empezó a llenarse los bolsillos de comida y a derramar el vino por su ropa.

La gente sorprendida le preguntó por qué se comportaba así. Elías contestó: cuando vine como rico me honraron y agasajaron, pero soy la misma persona. Sólo han cambiado mis vestidos. Ustedes no me recibieron a mí sino a mis vestidos y mis vestidos tenían que ser alimentados.

Los invitados bajaron la cabeza avergonzados y cuando la levantaron Elías había desaparecido.

En su silla había quedado su bastón con la empuñadura de oro.

¿Les suena esta historia?

A mí me recuerda la carta del apóstol Santiago.

¡"Supónganse que entra en la asamblea de ustedes un hombre con anillo de oro"…

¿Qué más les recuerda esta historia y esta lectura?

A mí me recuerda mi comportamiento que, a veces, juzgo por las apariencias y me dejo seducir por lo externo.

¿Les pasa a ustedes también lo mismo?

La Palabra de Dios está presente aquí y la proclamamos para corregir nuestras desviaciones del camino cristiano.

¿Hay alguien que no actúa como nosotros? Sí, hermanos, Jesús.

"El entusiasmo de la gente era increíble y decían: Todo lo ha hecho bien; los sordos oyen y los mudos hablan".

Jesús siente debilidad por los pobres, los marginados, los enfermos, los pecadores. Jesús siente debilidad por nosotros, que somos eso.

Marcos nos narra la historia de un mudo al que le devuelve la palabra. El don de la palabra es fantástico pero hay otras muchas maneras de hablar sin decir nada.

Todo en este mundo habla.

Las calles sucias son un grito de abandono. Los edificios y sus pintadas hablan de desinterés. La pobreza es un cáncer que mata y grita. Los niños sin padre hablan de infidelidad y falta de cariño. El fracaso escolar de los jóvenes habla de la falta de lucha y motivación. La droga habla. El dinero habla. El lujo también habla.

El milagro que nosotros le pedimos a Jesús hoy, es que todo hable y hable bien y para nuestro bien.

Aquí venimos para hacer el milagro entre todos de que todo hable bien de Dios, de nosotros, y que nuestro ambiente hable de servicio, amor, trabajo, fidelidad, ayuda a todos…

El milagro, un milagro, es siempre una transformación personal y comunitaria. Ambas dimensiones tienen que ir unidas.

Es fantástico oír los testimonios de las personas a las que Dios ha transformado su vida, les ha devuelto la palabra y ha cambiado su corazón pero se queda pequeño si no transforma también a los que les rodean.

Cada domingo el Señor a los que aquí venimos nos devuelve la voz para cantar, orar, profesar nuestra fe, nos transforma y nos entusiasma y decimos también: todo lo ha hecho bien, me ha devuelto el oído y la palabra. Me ha dicho: "Ábrete".

Ábrete al amor grande de Dios tu Padre. Ábrete a su perdón y publícalo. Ábrete a los hermanos… No seas espectador. Jesús no lo fue. Fue agente de transformación.

Ábrete. No sólo el domingo sino toda la semana.

Ábrete. No sólo aquí dentro sino también ahí afuera.

Jesús le mandó callar. ¿Por qué?

El milagro no es lo importante. El amor es lo importante. Jesús no es el hombre que hace milagros. Jesús es el hombre que muere y su muerte por amor es el gran milagro, el único milagro que salva, transforma y nos hace a todos hablar bien de él.
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HOMILÍA 2

LOS NUEVOS SORDOS

En mi parroquia de Nueva York, la misa de 10 habla dos lenguajes. El cura predica en inglés y un seglar, experto en el lenguaje de los signos, predica y traduce el mensaje a los sordos sentados en los primeros bancos.

Magnífico servicio el que ofrece esta parroquia a estos hermanos y magnífico trabajo el del traductor descifrando acentos foráneos. Yo me quedaba tranquilo, según él, no tenía que inventarse el contenido.

¿Necesitamos en nuestra parroquia un experto en el lenguaje de los signos para los sordos y para los que con la edad tienen serios problemas de audición? Si así fuera tendríamos dos problemas más que solucionar, primero, aprender el nuevo lenguaje y segundo, contratar un intérprete.

Nosotros, gracias a Dios, no vivimos en la cultura del silencio de los sordomudos y no nos la imaginamos. Pero hay muchas maneras de ser sordo.

¿Saben por qué la inmensa mayoría de los católicos se sienten satisfechos con sus prácticas religiosas? Porque son sordos.

La misa dominical, mis oraciones personales y mis novenas a todos los santos llenan mi tiempo religioso y no necesito nada más.

El cura de la parroquia pide voluntarios para barrer la iglesia, para catequistas, para llevar la comunión a los enfermos, para ser lectores, para Cáritas, para algo tan sencillo como presentar las ofrendas…voluntarios para juntos construir la comunidad, y somos sordos como tapias a estas llamadas.

El cura nos invita todos los días a abrir la Biblia y alimentarnos de la Palabra de Dios y somos sordos.

Tenemos que aprender el lenguaje de los signos y del voluntariado.

Dos lenguajes importantes, el lenguaje de los signos para descifrar no sólo la voluntad de Dios sino también las necesidades de los otros y las de la comunidad. El lenguaje del voluntariado nos enseña a salir de nosotros mismos y ser para.

Jesús, un domingo cualquiera, viajaba por territorio pagano “y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar y le piden que le imponga las manos”.

Hacer oír a los sordos y hablar a los mudos es signo de la presencia del Mesías, es la prueba de que el tiempo nuevo, el de la salvación ha llegado ya. Y ha llegado para judíos y paganos.

Effetá, ábrete, suspiro mágico de Jesús.

Oídos abiertos para escuchar a Dios, para escuchar el mensaje de Jesús y para escuchar el clamor de los hombres.

La fe entra por el oído. Los hombres de hoy, conectados a miles de gadgets, saturados de información, penetrados por los ruidos de la ciudad, somos cada vez más sordos a las cosas del espíritu.

Todo, la religión incluida, se convierte en noticia efímera e indiferente. Todo es opinable. Nada es verdad. Y caminamos por la vida cada uno con nuestras pequeñas verdades y creencias.

La sordera espiritual se agudiza y cada día hay más sordos a las cosas del espíritu.

La lengua calla porque el corazón está vacío, porque no ha experimentado ni la bondad ni el perdón ni la sanación de Jesús. Somos los nuevos mudos.

El único secreto que los católicos guardan es el de su fe. Son pocos los que se atreven a contar lo que son y lo que creen a sus hijos o a sus nietos o a sus amigos

Jesús nos dice hoy a todos los sordomudos religiosos: ÁBRETE.

Señor, ábreme los labios y mi boca proclamará tu alabanza.

María conservaba todas estas cosas en su corazón lleno del misterio de Dios. Su corazón se abrió y sus labios cantaron la grandeza del Señor

Unas 20 ranas decidieron un día escalar la torre de la iglesia del pueblo. La que subiera hasta lo más alto de la torre recibiría una medalla de oro olímpico.

Los vecinos del pueblo se arremolinaron alrededor de la torre para jalear  a las participantes.

La gente gritaba: Es demasiado alta. Ninguna lo conseguirá. No perdáis el tiempo. Y se reían de las ridículas ranas.

Poco a poco iban cayendo a tierra, pero algunas seguían subiendo.

La gente gritaba más fuerte: Imposible. Bajad. Ya habéis hecho  bastante.

Todas cayeron menos una que no se rindió y continuó la ascensión hasta la cima.

Todas querían saber cómo lo había conseguido y le hicieron muchas preguntas.

Sorda. Ese era su secreto. Sorda, no pudo oír las risas ni las críticas de los espectadores. Las otras fueron derrotadas más por los comentarios burlones de la gente que por su falta de fuerza.

HOMILÍA 3

At the heart of today's Gospel there is a small, but very important word. A word that in its deepest meaning sums up the whole message and the whole work of Christ. The evangelist Mark writes in the same language that Jesus pronounced it in, so that it is even more alive to us. This word is “Ephphata”, which means “be opened”.

This deaf mute, thanks to Jesus intervention “was opened”. “Openness” to others and to the world.

This was a real physical healing, but spiritual miracles are the big challenge for Jesus.

For Jesus physical miracles apparently were a piece of cake, "just say a word and my servant will be healed" the centurion said, but spiritual miracles depend more on us than on Jesus. Jesus needs our permission to enter and change our lives.

But we all know that closure of man, his isolation, does not solely depend on the sense organs. There is an inner closing, which covers the deepest core of the person, what the Bible calls the “heart”. That is what Jesus came to open, to enable us to fully live our relationship with God and with others. That is why I said that this little word, “Ephphata” -Be opened”- sums up Christ's entire mission. He became man so that man, made inwardly deaf and dum by sin, would become able to hear the voice of God, the voice of love speaking to his heart, and learn to speak in the language of love, to communicate with God and with others. Benedict XVI

This actually happened to a man in New York City one day. He got trapped between the 52nd and 53rd floor of the Empire State Building. Trapped in a metal box with no lights, no cell phone, and being held up just by a cable, maybe two.

When the news interviewed this man after his dramatic rescue, they asked him what it was like.

"I have never been so terrified or so alone in my life. Those five hours were a living hell. I was trapped and I could not get out. I was trying to open the doors with my hands and they would not budge. It was like death in there. All I wanted was that door to Be Opened.

Five hours later he was set free from the elevator prison, that door was opened, and only then this man was free indeed.

Ephphata, -Be Opened- is what Jesus tells us today. Sometimes I feel like the deaf man who had a speech impediment and I beg the Lord to lay his hand on me.

We are all imprisoned by a sin we find difficult to let go. We all have our private sin no one knows about it but ourselves.

We come to church, we pray, and we vow to change, but trapped in our metal box, no matter how hard we try to open it we are unable to.

We all need to be opened by someone holier and stronger than ourselves.

Sin is our metal box, sin closes our ears and we cannot hear God and we are unable to speak the truth. We have to allow God to open our ears and our hearts to his Word.

I remember, and those who are as old as I am, may remember also the celebration of Baptism in the old days.

The priest traced the sign of the cross on the ear and the mouth of the child and pronounced the same word Jesus spoke: Ephpheta, -Be Opened-. We do not do this anymore, or do we?

Today, yes today, we have proclaimed the Word of God, and if you have listened to it not only with your ears but also with a pure heart, you have been told one more time, the only word tha matters in your christian life, Ephphata, -Be Opened- to God´s message and let your tongue proclain the greatness of the Lord.

Augustine wrote in his Confessions: Late have I loved you, O Beauty ever ancient, ever new, late have I loved you. You were within me, but I was outside, and it was there that I searched for you. You called, you shouted and you broke through my deafness. I have tasted you, now I hunger and thirst for more. You touched me, and I burned for your peace.