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HOMILÍA DOMINICAL - CICLO B Sexto DOMINGO P. Félix Jiménez Tutor, escolapio ... |
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EVANGELIO En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: "Si quieres, puedes limpiarme". Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Quiero: queda limpio". La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio Él lo despidió, encargándole severamente: "No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés". Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaban fuera, en descampado; y aún así acudían a él de todas partes.
HOMILÍA 1 ¿Han oído alguna vez la palabra Molokai? Para mi es una palabra de mi infancia, de mi catequesis, una palabra de miedo y de esperanza. Molokai fue una isla maldita durante muchos años. En ella vivían sólo leprosos que gritarían como los que describe el libro del Levítico y el evangelio de Marcos: impuro. Y allí vivían separados del resto de los hombres. La compasión que sintió Jesús por el leproso del evangelio ha existido siempre en la iglesia de Jesús. Un día, un sacerdote, el P. Damián decidió ejercer su ministerio entre los leprosos de Molokai. Y se entregó a ellos con la misma compasión de Jesús. Y un día comenzó su predicación con estas palabras: "Mis hermanos leprosos". Aquel día el P. Damián no sólo era el párroco era también su igual, era un leproso más. Nunca volvió a su tierra y murió de lepra. Como leproso que era tenía prohibido salir de la isla maldita. Como ven la ternura de Dios sigue viva y se manifiesta a través de sus hijos. Y se manifestó con poder en la actuación de su mejor hijo: Jesús de Nazaret. Los hombres ponemos en cuarentena a los enfermos contagiosos, aislamos y marginamos a los que tienen sida, a los que tienen la piel de otro color. En tiempos de Jesús, hemos leído, les exigían una doble dosis de sufrimiento: el sufrimiento de la enfermedad más el sufrimiento de la soledad. En tiempos de Jesús como hoy la pureza de la raza, la pureza de la sangre, la pureza moral y aún la religiosa se medía por lo exterior: manchas, color, idioma... ¡Qué barbaridad! La piel sigue siendo una barrera, una frontera que separa a muchos hermanos. Nosotros sabemos que Dios no tiene acepción de personas. Nosotros sabemos que Dios mira el corazón, no la piel. Nosotros sabemos que Dios envió a Jesús para derribar todas las barreras que nos separan de Él y de los hermanos. Nosotros sabemos que para Dios nadie es intocable, nadie es impuro. Nosotros sabemos que Dios no quiere cuarentenas ni separaciones. Jesús es nuestra sabiduría. Jesús es la prueba de que esto es verdad. Jesús miró con compasión al leproso, le tocó, y le dijo: quiero queda limpio. Jesús tocó al intocable y se hizo leproso con él y se contaminó. Y nos enseñó que nadie es intocable, que todos podemos ser tocados por el amor de Dios y podemos quedar limpios. En Nueva York hay un hombre muy rico, Mr. Trump, que no da la mano a nadie para no contaminarse con gérmenes nocivos. Jesús tocó al leproso porque sintió compasión y amor y el amor verdadero necesita tocar para reunir y sanar las múltiples heridas del corazón. Hermanos, Jesús nos quiere tocar pero hay que acercarse a Él con fe. Que valiente el leproso del evangelio de hoy. El intocable, el impuro, el marginado, rompe las leyes del Levítico, de la palabra de Dios y corre, se arrodilla y suplica a Jesús: "Si quieres, puedes limpiarme". No le pide sanación, le pide limpieza. Le pide integración a la comunidad, a la familia, al culto, a la oración en el templo. Y Jesús cura la herida de la separación y del exilio. Esta es la historia de un día cualquiera que, a pesar de su maldición por los hombres, el leproso se atrevió a confiar y a creer en el poder de Jesús. Pregúntate hoy: ¿Hay un leproso dentro de mi? ¿Qué te importa más, la belleza de tu piel o la de tu corazón? Yo podría decir hoy como el P. Damián: Mis hermanos leprosos. No importa que todos los que estamos aquí reunidos seamos leprosos e impuros porque tenemos quien nos toque. Jesús nos dice hoy a todos: quiero, queden todos limpios. Pero hay que correr, arrodillarse y suplicarle a Jesús: Si tú quieres nos puedes limpiar. Todos somos hijos de Dios, todos amados por Dios, todos purificados de cualquier lepra por la sangre de Jesús. Pregúntate: ¿hay alguien que sea leproso para ti? ¿alguien a quien marginas por su color, raza, nacionalidad, religión...? Mis hermanos leprosos, para Dios no hay leprosos. Y Pablo nos recomienda en su carta: "Imiten a Cristo".
HOMILÍA 2 TÓCAME “Encolerizado, extendió su mano, lo tocó y le dijo: Quiero queda limpio”. Marcos no nos dice lo que Jesús enseñaba, pero sí nos dice algo mejor, Jesús sanaba. Liberó al endemoniado, sanó a la suegra de Pedro y, hoy, sana, que es más que curar, al enfermo de la piel. Give me some skin, saludo de los afroamericanos, que traducido literalmente significa –dame algo de piel, o coloquialmente, tócame, chócala. La piel es nuestro vestido exterior, vestido precioso que cuidamos muchísimo y que más que cualquier otro rasgo humano es motivo de divisiones. Divididos por la piel en blancos y negros, amarillos y rojos. Y si este vestido multicolor tiene algún defecto o alguna enfermedad como la lepra o el sida la división y el rechazo es total. ¿Cómo serían los otros si los viéramos sin el vestido de la piel? Ya nadie te da un poco de piel. Nadie te toca. Hace unos años, cuenta Rosemary Brown, Marcos un buen amigo estaba enfermo de sida en un hospital. Yo lo visita regularmente, pero en mi última visita se encontraba muy enfermo y muy débil. Rezamos juntos y cuando me disponía a marcharme, Marcos me miró con lágrimas en los ojos y me dijo: ¿Tienes miedo a abrazarme? Creo que ese fue uno de los abrazos más preciosos de mi vida. Jesús, nos dice Marcos, encolerizado tocó al leproso. Jesús tocó al que según la ley era intocable. Los enfermos de la piel eran impuros, estaban descalificados para acercarse a lo santo, al templo, a los sacerdotes que eran los que declaraban la enfermedad y la curación. Jesús, encolerizado, lo tocó, es decir, se hizo impuro con el impuro, se hace ritualmente impuro y no puede entrar en los pueblos a predicar el evangelio,-para eso he venido- decía el domingo pasado, su ministerio es interrumpido por leyes humanas que son las que esclavizan y nos apartan de Dios. La cólera de Jesús no se dirige al leproso sino a la sociedad que margina y excluye, se dirige a la religión que aleja a los hijos de Dios de la fuente de la vida, que absolutiza la ley y margina a la persona, que pone el acento en lo exterior, que declara culpable al inocente y lo castiga con una excomunión total. La cólera de Jesús sigue denunciando la intolerancia de los hombres incapaces de encontrar el camino de la sanación de las relaciones humanas, incapaces de eliminar las marginaciones y dar plena humanidad a todos. Los hombres, egoístas que somos, no sólo somos cada vez más indiferentes al mal y al sufrimiento que nos rodea, a pesar de estar omnipresente en nuestras salas de estar, sino que lo evitamos y lo ocultamos para que nadie y especialmente nuestros hijos no se traumaticen. “Si quieres puedes limpiarme”. Frente a Jesús se encuentra un leproso mendigando con humildad y sencillez. Jesús que no vino a buscar a los puros sino a los impuros, lo tocó físicamente y espiritualmente. Jesús que no es un curandero lo tocó por dentro y por fuera. Jesús le impone silencio, el secreto mesiánico se revelará plenamente en la cruz, y lo envía a los sacerdotes para que ya que lo habían excluido del culto y de la sociedad lo reconcilien con el mundo de los vivos. Jesús nos quiere, hoy, tocar a todos con el poder de su perdón y de su sanación. Todos necesitamos ser tocados por Jesús y liberados de nuestro pasado. Celebramos, hoy, la jornada de Manos Unidas, esta ONG católica que quiere tocar muchas vidas por el ancho mundo. Su lema es -La Salud, Derecho de Todos- lema que nos recuerda que aún quedan leprosos en el mundo, hermanos con sida, malaria, cáncer…la enfermedad nos iguala a todos. Los hombres vivimos amenazados por la enfermedad física, social y espiritual. Estar sano es mucho más que tener una salud de hierro y no necesitar nada. Estar sano es necesitar a los demás y ser necesitado por los demás. Es hermoso que Jesús nos toque y vivamos una relación personal con él, pero si escuchamos su palabra, ésta nos empuja a tener una relación cordial con todos los hombres y especialmente con los que sufren para juntos hacer el camino de la vida. Michael Kirwan, miembro de la comunidad del Catholic Worker de Dorothy Day, cuenta en una entrevista cómo decidió entregarse de lleno al trabajo con los sin techo. Una noche llevé una jarra de cuatro litros de sopa de guisantes a un grupo de mendigos y me senté en un bloque de cemento con ellos. Un tipo fuerte cogió la jarra y de un golpe me la rompió en la cabeza. En lugar de echar a correr le pregunté por qué lo había hecho y me dijo: Usted viene a alimentar a los perros, les lleva la comida y se la pone delante como se pone a los animales y luego se larga. Hable con nosotros, visítenos, tóquenos. No mordemos. Estos mendigos querían ser respetados, escuchados y amados. Darles comida no era suficiente. HOMILÍA 3
Una señora americana, muy rica, visitó en
cierta ocasión a Madre Teresa de Calcuta y le ofreció un cheque con
muchos ceros para ayudar a las obras que sus hermanas llevan a cabo en
Calcuta. HOMILÍA 4
There are two kinds of saints, those declared
saints by the Church after a long and expensive process and those the
people of God consider and claim to be saints because of their life of
service. Mother Teresa of Calcutta was a saint, in the eyes of the
people, before she was officially declared saint by the Church.
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